Europa es una referencia fundamental en la cultura, la economía y la política mundial. Pero lo es mucho menos de lo que lo fue. Ya no es el centro del mundo como había sido durante muchos siglos. Ha perdido protagonismo geopolítico, dinamismo productivo y ha ido dejando de ser la gran referencia en la generación de nuevas ideas. Mucho pasado, menos presente y, previsiblemente, escaso futuro. A pesar de ello, Europa Occidental sigue teniendo un gran atractivo para los ciudadanos de todo el mundo, una especie de admiración por un territorio y una cultura en situación otoñal. Su historia, su patrimonio artístico y cultural y la magnífica imagen de marca que conserva, la convierten en un destino deseado por una parte importante de la población planetaria, aunque sólo la puedan visitar las minorías adineradas de los países emergentes. París, Londres, Roma o Barcelona viven en gran parte de este atractivo intangible y esto provoca que no sólo sean multitudinariamente visitadas por hordas de turistas que las invaden, sino que también sean el destino elegido por los estudiantes universitarios, las sedes corporativas emblemáticas o sitio de residencia para las nuevas fortunas de todo el mundo. Todavía tienen un carácter distintivo, aunque sus estructuras económicas ya no tengan el esplendor de antaño.
Francia sigue liderando los destinos turísticos, con más de 100 millones de visitantes extranjeros cada año. Le sigue España, que ha hecho de la recepción de turistas su particular petróleo. Recibe 82 millones de visitantes, un cuarto de los cuales vienen a Cataluña, generando el 15% del empleo y el 12% de su PIB. En España, el consumo turístico directo es de más de 100.000 millones de euros, a lo que habría que añadir el derivado de actividades comerciales y productivas indirectas, que lleva a un impacto real en el PIB cercano al 20%. Barcelona sería la ciudad más emblemática en cuanto a ligar su economía y su futuro en la atracción turística. 12 millones de visitantes anuales, 8 de ellos extranjeros, y un impacto directo sobre el PIB del 14%. Visitan Barcelona, por ejemplo, más del doble de personas que viajan como turistas a el conjunto de Brasil. La atracción de Barcelona es espectacular y no ha dejado de crecer debido, en parte, a lo que han representado los viajes low-cost y las pernoctaciones asequibles que proporciona el mundo de Airbnb, para el fenómeno contemporáneo del desplazamiento temporal compulsivo de los 1.000 millones de personas que a nivel mundial se lo pueden permitir. El predominio de los sectores terciario, cuaternario y quinario de Barcelona no se podría entender sin este fenómeno turístico masivo que ha provocado que todo en la ciudad gire en torno a esta actividad y que sus ciudadanos se sientan cada vez más extranjeros en su propia ciudad. Como otras ciudades europeas con este atractivo intangible (París, Londres, Berlín), el fenómeno no es exclusivamente de visita turística sino de atracción de población, especialmente joven, que establece procedente de otros países, para estancias temporales o definitivas.
Mientras se mantiene y aumenta este fenómeno de la atracción europea, como una especie de parque temático donde viajar al pasado, visitar el patrimonio arquitectónico, los grandes equipamientos museísticos o disfrutar del buen tiempo, la vida nocturna y de la gastronomía, las cosas que de verdad afectan la economía y al futuro de la sociedad se desarrollan en otras regiones del mundo. A pesar de sus contradicciones la realidad y el futuro pasan por Shanghai, Shenzen, Hong Kong, Delhi, Bangalore, Singapur, México o Sao Paulo. No sólo son megalópolis que han crecido de manera extraordinaria en torno a los talleres del sudor y de las zonas de procesamiento de exportaciones que han atraído la nueva industria deslocalizada. Concentran una parte importante del sector servicios de manera progresiva y también las actividades de innovación y de conocimiento asociadas a el sector cuaternario. ¿Quién puede dudar que serán las capitales de referencia en un futuro muy cercano? Al orgulloso mundo occidental, habitado básicamente por gente mayor, le quedará poco más que pasado, ser una referencia histórica.