Mes: noviembre 2022

Leyes ad hoc

Las legislaciones más adecuadas suelen ser aquéllas que responden a necesidades específicas de establecer un ordenamiento de referencia para resolver problemáticas reales, ordenar y poner límites para hacer posible la vida en sociedad. Aunque las realidades son cambiantes y la cultura social evoluciona, es bueno que resulten perdurables en el tiempo, que se ajusten a amplias y consensuadas demandas y que tengan una aplicación justa y lo más mesurada posible. Aunque las cámaras legislativas, teóricamente, fueron creadas para realizar la función de elaborarlas, en un proceso en el que el debate, las diversas visiones y los análisis técnicos hicieran que al aprobarlas fueran impecables, se ha ido imponiendo el criterio de que son los poderes ejecutivos, según la percepción de las necesidades rlrctorales inmediatas, quienes las elaboran y pasan después por las cámaras con la única función que las validen. Esto provoca que algunas leyes que se aprueben sean muy coyunturales, respondan a percepciones e impactos momentáneos o quieran satisfacer no una mayoría social sino a las demandas de un aliado político circunstancial. Entonces, pueden ser reglamentaciones que no responden a los intereses predominantes en la sociedad o bien, que técnicamente sean deficientes y que, como ha ocurrido con la del “sólo sí, es sí”, acaben por generar los efectos contrarios a los que se pretendían. Justamente, esta ley nació al amparo de la preocupación ciudadana que generó el caso de la manada que actuó en Pamplona en unas fiestas de San Fermín. Una ley que quiso dar respuesta a la violencia y las agresiones sexuales tipificando comportamientos que antes no estaban previstos y agravando las penas. Se hizo rápido y mal, con un exceso de carga ideológica y, en lugar de escuchar, la arrogancia de la ministra hizo el resto. Cuando se han evidenciado los errores, en lugar de reconocerlo, se hace lo clásico de “sostenello y no enmendallo”.

Y es que las leyes nunca son instrumentos neutros y responden a una determinada visión del mundo, contienen ideología, pero es bueno que representen visiones del mundo lo más amplias posibles ya poder ser compartidas. Manejar el carro delante de los bueyes nunca es una buena estrategia. También requieren de quien las impulsa o elabora, de un cierto grado de modestia y de realismo. Las pretensiones de cambiar el mundo o hacer ingeniería social a través de legislaciones, suelen acabar mal. Sin embargo, la pretensión de hacer o eliminar leyes para responder a situaciones coyunturales, no es privativo de Irene Montero y su mundo. Ocurre ahora con la previsible derogación del delito de sedición. Ésta es una ley casposa y decimonónica, que respondía a una situación típica del siglo XIX, cuando los militares españoles, de vez en cuando, les salía la vena de los pronunciamientos o de los golpes de estado. Se trataba de penalizar las salidas de tono de los espadones. Ciertamente una ley superada y caduca que poco se adapta a la realidad actual ya las legislaciones europeas. Utilizarla como tipo delictivo para los hechos del 1 de Octubre resulta, como mínimo, muy forzado. Pero hacer o modificar cualquier cosa requiere sentido de oportunidad. Derogarla bajo presión como se hará ahora, dejando al descubierto muchos agujeros que probablemente habría que cubrir con otra norma, no es una buena idea. La bondad de cambiar esta tipificación quedará marcada por ser el resultado de una exigencia que pone un partido para poder aprobar unos presupuestos anuales. Demasiado coyuntural todo ello. Esto suele dar muy malos resultados políticos además de generar problemas jurídicos. Es de esperar que los efectos perversos de las legislaciones low cost, promovidas o derogadas por cuestiones circunstanciales, desincentivará afrontar ahora una rápida modificación de la legislación que afecta a la malversación. Quienes han obtenido la satisfacción en la sedición entran en la deriva de ir pidiendo más para resolver, de forma unilateral, sus problemas con la justicia. Lanzar el mensaje de que la malversación, que significa corrupción y uso fraudulento del dinero público, de hecho, no es tan grave y que sólo se penaliza cuando hay lucro personal, resultaría además de horroroso, absolutamente incomprensible. En la vida en general y en la política en particular, a veces, hay que saber decir que no.

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Trabajo e identificación

Lo que caracteriza a las últimas décadas es una extrema volatilidad del trabajo y, al mismo tiempo, el sentido de pertenencia a una clase social. Lo que antes se decía y se blandía con orgullo cómo era pertenecer a la “clase trabajadora”, en los últimos tiempos se ha diluido, difuminado y casi olvidado. Ahora, en este sector laboral y social se está siempre pendiente de la precariedad, de combinar períodos de trabajo con el subsidio o mantener varios trabajos a la vez para obtener ingresos mínimos. Aquí los miedos son básicos, elementales y dramáticos. No son temores infundados sobre la pérdida de estatus. Son posibilidades reales de perder ingresos, vivienda y mínimos vitales. Por el camino se tiene la sensación de perder la dignidad y la autoestima. El deterioro es muy acusado. El esfuerzo de mucho trabajo desgastante, pero al mismo tiempo la lucha y la erosión que implica la búsqueda constante de una nueva ocupación. Las condiciones del «proletariado del sector servicios» son mucho más duras que las que tenía el trabajador industrial clásico. Aquí no hay sindicación y a menudo se forma parte de una cadena de subcontratación dedicada a la limpieza, cuidados personales o reparto a domicilio. Trabajos aparentemente sencillos, pero de horarios interminables, ritmos frenéticos, condiciones inhumanas y salarios de miseria. Un mundo multicultural, con predominio de mujeres, en el que no es posible establecer salarios mínimos o bien de conciliación entre trabajo y vida privada. Nadie habla del bournout en este escalafón de nuevos sirvientes, aunque lo hay. Quizá tenga más connotaciones de desesperación. Y un miedo atroz.

Deslocalización industrial, pérdida de las seguridades del trabajo estable, miedo a lo que viene de fuera, tribalismo, nacionalismo…, son todos ellos factores que van en aumento en la medida en que las personas, cada vez más aisladas y temerosas, viven atrincheradas en las burbujas filtradas, prisioneros de información sesgada y de grupos de WhatsApp que les encadenan a nuevas verdades. Se pierde el sentido de la realidad compartida y la capacidad de comunicarse no trasciende las líneas sectarias e identitarias cada vez rígidas. Se vive en universos de información completamente diferentes, que nunca se contrastan ni someten a la Razón unos planteamientos que resultan más bien consignas de identificación y cohesión. Se desprecia toda experiencia y conocimiento. Para la politóloga danesa Marlene Wind, el tribalismo es un fenómeno creciente en el mundo occidental que se caracteriza por el abandono del sentido de clase y por fomentar actitudes de exclusión, basándose en un fundamentalismo cultural. Sustituir a la política por la identidad que está “más allá” de la política, es muy poderoso, pero también muy peligroso y explosivo.

Desde finales de la década de los noventa, el éxito económico y el incremento de la productividad no tienen que ver con los trabajadores. El incesante crecimiento del rendimiento se produce mientras disminuyen los empleados y, al mismo tiempo, los salarios medios y bajos no dejan de caer. Se produce lo que Andrew McAfee y Eric Brynjolfsson definieron como el “gran desacoplamiento”. Los ingresos salariales disminuyen mientras los beneficios crecen sin cesar. El trabajo humano se vuelve menos relevante a la hora de generar tanto crecimiento económico como aumentar beneficios empresariales. Así, cada generación de trabajadores, que aspiraba a vivir mejor que la anterior, ve cómo deja de funcionar el ascensor social y desaparecen las seguridades asociadas al mundo del trabajo estable. Las economías postindustriales, especialmente las digitalizadas, no saben cómo traducir el cambio tecnológico en mecanismos que aseguren un mínimo de distribución y redistribución de rentas. El esfuerzo no resulta ya rentable.

La conclusión de quienes lo padecen es que ésta ya no es su sociedad y que su aspiración de personas humilladas no puede ir más allá de la mera supervivencia. Los efectos de la globalización combinados con el cambio tecnológico terminaron con su mundo. Mientras, los partidos socialdemócratas para asegurar su pervivencia buscaban una nueva base de votantes entre las capas urbanas más cultas. Sus antiguos electores se encontraron abandonados y traicionados. Aparte de los efectos en determinadas capas sociales, este empobrecimiento asoló regiones enteras, desde el cinturón de óxido estadounidense hasta el norte de Gran Bretaña. Territorios donde predomina la precariedad, el desistimiento, la falta de expectativas y ambiciones, todo tipo de adicciones, conflictos familiares… Contexto muy adecuado para seguir falsos dioses o para actitudes identitarias extremas.

Amargas victorias

En este mundo caracterizado por las polaridades extremas, últimamente se han producido dos valiosas victorias de la sensatez, cordura y cohesión, en definitiva, de los valores de la convivencia democrática. Tanto en las elecciones presidenciales de Brasil como en las Midterm de Estados Unidos se jugaba bastante más que la continuidad o la alternancia de planteamientos políticos diversos, se había convertido en un dilema entre la sociedad abierta, tolerante y amante de progreso frente a la regresión, la confrontación y la irracionalidad. Una disyuntiva con pocas matizaciones. Frente a planteamientos políticos convencionales, existían posiciones extremas, el recurso a las posverdades ya las manías conspirativas.

En Brasil, sacar un elemento tan dañino y excesivo de la presidencia era una cuestión de salud. El gigante latinoamericano no podía permitirse por más tiempo estar en manos de un personaje tan nefasto que ha dejado al país aislado en el continente y con una credibilidad bajo mínimos. Al igual que llegó al poder en 2018, ha planteado una batalla agónica no sólo contra la izquierda que había gobernado sino también contra todo indicio de decencia democrática. Ha reforzado a las minorías extractivas, ha fomentado la deforestación del Amazonas, ha impulsado el crecimiento de la desigualdad y la pobreza anulando las leyes sociales e integradoras de los gobernantes anteriores. En su mandato se ha facilitado el cultivo de la violencia pública y privada, las expresiones machistas han vuelto a ser predominantes y se ha creado una cohorte de seguidores cohesionados por mentiras evidentes y para ensanchar con una retórica bélica la fractura social. Quien haya seguido la larga campaña, se habrá hecho cruces de los mensajes de este personaje y su entorno y cómo calaban en una parte de la sociedad brasileña. Desde que «vienen los comunistas» hasta identificar a Lula como la personificación de Satanás. Y siempre poniendo en entredicho el funcionamiento electoral e identificar una posible derrota con un fraude electoral. Ha ganado finalmente la decencia, pero el país está absolutamente fracturado.

En Estados Unidos, las elecciones legislativas de medio mandato, resultan muy importantes tanto por la composición final de las cámaras, pero también en un país tan polarizado desde Donald Trump, para ver las expectativas y posibilidades futuras que tiene éste de volver a presentar a unas elecciones presidenciales. Muchos de los candidatos eran afamados trumpistas y los demócratas debían presentarse con la rémora que supone hacerlo de la mano de un Biden que, en estos momentos, además de tener la popularidad muy decaída genera muchas dudas sobre si está en condiciones físicas y mentales para ocupar el cargo que ocupa y, más aún, para encarar una renovación de mandato en el 2024. Aunque los demócratas pueden perder su mayoría en el Congreso, los candidatos republicanos más radicales han sido derrotados, así como en elecciones a gobernadores en las que, además, en Florida, se ha impuesto con éxito un republicano moderado que se confrontará con Trump para encabezar el cartel electoral en las presidenciales. No es menor, tampoco, que en aquellos estados que se ha aprovechado para realizar referendos sobre el aborto, se ha impuesto el sí, aunque con dificultades a todos ellos. Lo que parecía que iba a ser una “ola roja” (por los colores del Partido Republicano), lo ha sido mucho menos. Políticamente, desde este martes la opinión pública americana ve a Trump como perdedor. Pero también aquí resulta preocupante el calado del debate durante las últimas semanas. Negacionismo, acusaciones de fraude electoral, “que vienen los comunistas”, falsedades y rumores malintencionados, que a Trump se le tomó la victoria del 2020, amenazas de golpes de estado…

Y es que, tanto en Brasil como en Estados Unidos, electoralmente se pueden haber salvado los muebles, pero el retrato de lo confrontadas que están sus sociedades resulta aterrador. La muestra de cómo la política actual ha desplazado el debate democrático por la entrega a batallas en las que se trata de acabar con el adversario. Los medios, el lenguaje y los valores utilizados resultan deplorables. Se hace tierra quemada. Ya no se votan proyectos, sino si se apuesta por la dignidad o por la vergüenza, por si se quiere vivir en una sociedad cohesionada basada en el respeto a la diversidad, o bien en un mundo imaginario, violento y sin valores colectivos. En Brasil ha ganado la honorabilidad frente a lo miserable y en Estados Unidos, se ha frenado la vuelta a la pulsión autodestructiva. No son victorias dulces. Bolsonaro obtuvo el apoyo del 49% de los electores y controla estados importantes como Sao Paulo y las cámaras legislativas. En Estados Unidos, el Partido Republicano controlará la Cámara de Representantes. Trump volverá a presentarse a las presidenciales y ensanchará, aún más, la fractura y polaridad de la sociedad americana. No queda mucho margen por el optimismo.

El pájaro y sus alas

Como no podía ser de otra forma, Elon Musk ha entrado en Twitter haciendo ruido. Le gusta ser singular y al mismo tiempo disfrutar de formas autoritarias. No se conforma con ser rico y poderoso, quiere que se note exhibiendo formas variadas de prepotencia. Afirma querer cambiar el mundo. «El pájaro ha empezado a volar», ha dicho de la nueva era que inicia la red social. El trumpismo mundial está de enhorabuena. No tanto los partidarios de la gratuidad. La plataforma será de pago. A cambio, te ahorrarás publicidad y podrás publicar todo tipo de fantasías y animaladas sin límite. Esto es progresar.

Quien más quien menos está en Twitter. La red social más influyente, aunque no sea la más numerosa. No tiene más de 15 años de historia, pero las dinámicas que se crean en esta trama de microblogging condicionan sin duda la política, pero otras muchas tomas de decisiones en nuestro mundo. Aparentemente un espacio de opinión libre y contraste de puntos de vista, que funciona en realidad como un universo de presión y de manipulación. Parece una plaza pública, pero el anonimato de los opinadores hace que el todo acabe siendo rudo y poco razonable, donde las dinámicas de falsedad, difamación y persecución resultan estremecedoras. El comportamiento grupal en forma de manada que tiende a acentuar y priorizar las posiciones extremas es muy grande, como es que una parte de los actuantes son perfiles falsos automatizados -bots-, preparados para contraatacar de manera sistemática a determinadas personas o argumentos. Unos pocos individuos y máquinas organizadas pueden crear fácilmente sensaciones de pensamiento dominante y convertir temas irrelevantes en trendig topic. Hay quien se cree socialmente influyente porque hace cuatro tuits llamativos y algunos políticos en estos momentos son poco más que profesionales de lanzar mensajes ocurrentes. Tras tiras y aflojas, Musk lo ha comprado por la increíble cantidad de 44.000 millones de dólares. Una excentricidad, una plataforma para ser influyente. Oiremos hablar de ello.

Elon Musk es una de las figuras más relevantes y llamativas de las nuevas grandes fortunas amasadas a partir de iniciativas tecnológicas. No le adorna la discreción que suelen lucir grande los patrimonios ancestrales. Un personaje egocéntrico y con un cuadro de narcisista de manual. Le gusta exhibirse públicamente de forma arrogante y opinando de forma atrevida cuando no puramente temeraria. No pertenece al núcleo duro de Silicon Valley. Actúa como un verso suelto y con la frivolidad que le posibilita disponer de una fortuna valorada en cerca de 240.000 millones de dólares. Empezó a notarse y enriquecerse con la plataforma de pago electrónico Pay Pal y se ha hecho popular con los coches Tesla, producto muy pretencioso que ha resultado menos disruptivo de lo anunciado. Sus principales intereses son ahora los viajes al espacio, con SpaceX, o de inteligencia artificial por medio de NeuraLink. También juega su papel en la guerra de Ucrania con el sistema de satélites Starlink que proporcionan conexión a las tropas ucranianas y que ahora amenaza con retirar. Hombre muy cambiante y poco amante de pagar impuestos, ha ido desplazando sus sedes a Estados Unidos para contribuir muy poco al erario público. Liberal extremo, se le sitúa dentro de lo que se llama el anarcocapitalismo. Su vocación es sustituir el papel de lo público y reducir el peso de las administraciones al mínimo. Justamente, su apuesta por Twitter la hace, afirma, en la defensa de la libertad absoluta en los tuits, sin limitación alguna en una plataforma ya de natural muy reacia a moderar y bloquear mensajes y cuentas problemáticas. En contrapartida, afirma que eliminará los perfiles falsos que actúan de forma robotizada y se compromete a hacer más transparente y mejorar un algoritmo de visualización que funciona de forma muy sesgada.

Nos guste más o menos Twitter juega el papel de sustitutivo de la plaza pública. Muy en la cultura de nuestro tiempo, reduce el debate a formulaciones básicas cuya finalidad no es aportar luz, conocimiento, sino crear impacto. Un espacio en el que todo el mundo puede expresar su opinión, aunque no tenga ninguna formación ni criterio. El nivel de la conversación tiende a igualarse por la parte baja y donde el insulto, la zafiedad, la falsedad y el desprecio campan de forma triunfante. Con Musk, todo esto seguro que no va a mejorar.