Mes: junio 2021

La cultura de la indulgencia

La cultura judeocristiana está construida sobre la culpa y el castigo que, se cree, le resulta inherente y le da sentido moral. La idea ha sido siempre pretender construir la sociedad a partir de unos individuos disciplinados a partir del miedo. Más que la causalidad de las cosas se rebusca en el comportamiento inadecuado de las personas, en las debilidades, las cuales deben ser motivo de escarmiento y vergüenza pública. El código penal está lleno de tipos delictivos que van asociados a penas de prisión, lugar en el que se materializa el castigo y, santa ingenuidad, se sigue un proceso de arrepentimiento y de rehabilitación. Seamos claros, las cárceles no sirven prácticamente para nada y son la evidencia de que algo no funciona en nuestro mundo. Más allá de apartar de la sociedad a los individuos realmente peligrosos, buena parte de la gente que va a parar allí lo único que hacen es ser humillados y cultivar resentimiento. No retornan nada a la sociedad de lo que le pueden haber sustraído, ni modifican su personalidad y aún menos se forman. Para el cuerpo social resulta tranquilizador identificar una población proscrita y «culpable» y no nos suele doler el corazón porque hemos sido educados en la práctica de la represalia o la revancha, aquello tan simplista y poco cristiano de «quien la hace, la paga». En España hay, de manera constante, aproximadamente 50.000 personas encarceladas, 10.000 de las cuales lo son de manera preventiva. Todos tienen detrás una historia personal para ser contada, también una familia que sufre y, muy probablemente, podrían restituir el posible daño causado a la sociedad de manera menos cruenta y más humanitaria de cómo lo hacen.

Últimamente se habla mucho de indultos, de su conveniencia y de su significación con relación a los encarcelados por El Procés. Se reflexiona sobre si es un trato de favor, la evidencia de la fortaleza o de debilidad del Estado y si esto resulta aceptable cuando los beneficiarios de la gracia no han mostrado arrepentimiento y desprecian abiertamente tal medida benefactora. Las intenciones y las bondades de las acciones siempre resultan opinables. Lo que acaba de hacer el Gobierno español no hay duda de que tiene la prerrogativa para hacerlo y resulta conforme al sistema constitucional que nos rige. En principio, la benevolencia no debilita a quien la practica, aunque está por ver el pretendido carácter balsámico de las medidas y se pueden tener dudas razonables sobre su eficacia. Probablemente, el error radica en la exageración sobre sus efectos; tanto los que lo plantean en un sentido como en su inverso. Más allá de los análisis políticos en relación con Cataluña y España, que estas personas salgan de la cárcel resulta altamente positivo, así como probablemente lo sería que salieran muchas otras que no tienen la connotación de «políticas». Pero situados en la dimensión de la política, seguramente es bueno para desinflamar un tema que no debería haber salido nunca del terreno político y tomar caminos de conflicto abierto y de toma de decisiones que rompían claramente con los usos democráticos y con normativa jurídica vigente. Siempre resulta útil desescalar disputas. La reacción airada, especialmente de la derecha extrema española, está fuera de lugar y es prisionera de una cultura de la venganza que parece lejos de la voluntad de concordia y entendimiento que debería formar parte de los hábitos democráticos. Ciertamente no ayuda, por contraposición, el discurso independentista inflamado que intenta compensar el vaciado del discurso de la «represión», desvirtuando el valor de la medida atribuyéndola a la debilidad manifiesta del Estado ante una supuesta presión europea, recuperando los eslóganes de «lo volveremos a hacer» o «ni un paso atrás». A veces tampoco ayuda mucho ERC, en la medida que intenta contrapesar su realismo y pacto con el gobierno central, con salidas verbales de tono exaltado para evitar ir a parar a la categoría de los traidores

Sumario de las indulgencias y perdones concedidas a los cofrades del  Santísimo Sacramento - Wikipedia, la enciclopedia libre

Ciertamente el gobierno de Pedro Sánchez ha sido valiente en este tema y es obvio que arriesga políticamente mucho. Puede no salir bien. Puede que esto no sea el inicio de una nueva época basada en el diálogo y el pacto, convirtiéndose su mano extendida en una debilidad o una derrota. Resulta bastante claro, que había que intentarlo. Si algo no era posible, era mantener el «marianismo» del no hacer nada y dejar que el tema se enquistara de manera prácticamente definitiva. A veces, sin embargo, el discurso socialista sobre ello sufre de un exceso de triunfalismo, de un optimismo casi ingenuo. Para salir de la situación hacen falta más cosas que indultos y genéricas mesas de diálogo. Se requiere de una propuesta política amplia, sólida, seria y creíble que pueda interesar a una mayoría de la sociedad catalana -la independentista y la laica-, que tenga consistencia y largo recorrido. Probablemente, es el momento para un planteamiento profundamente federal, no en su uso puramente genérico, sino cargado de contenido y de futuro.

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Bienvenida, Miss Marshall

Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, ha venido esta semana para traernos la buena nueva de que España aprueba con nota su programa de reformas estructurales de cara a ser el país beneficiario de la financiación extraordinaria con fondos europeos de hasta 140.000 millones de euros a percibir los próximos seis años, o dicho de otra manera el equivalente al 11% del PIB de España. Como es conocido, el acceso a estos importantes fondos no se hace de manera automática, sino que está condicionado a un proyecto de transformación estratégica de su economía en la línea de avanzar hacia la sostenibilidad medioambiental, haciendo apuestas realmente transformadoras para ir a una economía verde y circular y, al mismo tiempo, actuar en pro de una transformación digital del conjunto de la actividad productiva. Una ocasión realmente única, si se sabe aprovechar, para hacer no sólo frente a los efectos contractivos que ha tenido la pandemia, sino de realmente cambiar el paradigma económico asignando recursos extraordinarios de manera dirigida. Que España sea uno de los primeros países en pasar el corte de la Comisión Europea supone un reforzamiento político muy importante por el gobierno de Pedro Sánchez, fortaleciendo su figura en un momento en el que el empuje de la derecha envalentonada a partir de las elecciones madrileñas y de la enconada polémica por los indultos parecía que le hacía mostrar indicios de flaqueza y de un posible inicio de final de ciclo. Con el engrasado de la economía que provocarán los fondos Next Generation, el gobierno gana tiempo y, por poco que haga bien su aplicación, acabará por mejorar su popularidad y se debilitará el asedio de las derechas de la Plaza Colón. Los buenos indicadores económicos suelen amainar los planteamientos políticos más histéricos.

Ursula von der Leyen en EL PAÍS

De todas formas, aunque la sensación inicial respecto a los fondos europeos pueda ser más bien positiva, habrá que ver la aplicación y los resultados reales. La letra pequeña de todo ello será muy importante. Ya se sabe, que el diablo suele estar en los detalles. Sin poner en duda las pretensiones transformadoras del gobierno español respecto una estructura económica caduca, habrá que constatar si se tendrá el atrevimiento suficiente para optar por la innovación y las actividades tecnológicas y de mayor valor añadido, superando apuestas que a medio plazo son perdedoras como es el caso de actividades industriales basadas en mano de obra intensiva y barata, la exageración de la apuesta turística o bien el volver a desregular los sectores de la construcción o de las finanzas. Las élites extractivas tradicionales -españolas y catalanas- siempre están al acecho para captar fondos públicos y conseguir que en realidad nada cambie. Pintar de verde actividades tradicionales que tienen poco recorrido y que no se establezcan sobre capital humano muy cualificado, que los hay, no significa apostar por la sostenibilidad económica, más bien al contrario. Conseguir que los fondos repercutan en hacer más competitivas pequeñas y medianas empresas innovadoras resulta crucial y, hoy en día, los mecanismos para que esto sea así no están aún nada claros. Cómo hacer que los 72.700 millones de euros previstos de ayudas directas vayan bien encaminados. Todo abona al predominio de grandes proyectos energéticos en manos de las firmas de un sector que funciona como un oligopolio y que, justamente como se ve con el precio que pagamos la energía, contribuyen a frenar la mejora de la competitividad del tejido empresarial realmente interesante y que aumente de manera desproporcionada nuestra factura doméstica.

El programa Next Generation resulta una oportunidad insólita para hacer transformaciones imprescindibles de gran calado. Si no hubiera habido los efectos de la pandemia, la renovación estructural era igualmente necesaria. Lo que ha permitido esta crisis es que se aceptara poner en marcha políticas abiertamente keynesianas de estímulo que hicieran efectos multiplicadores y, al mismo tiempo, de mutación de estructuras y dinámicas envejecidas que ya no llevaban a ninguna parte. Pero todo esto no funciona en forma «piloto automático». Significa hacer opciones y establecer políticas que no son meras soluciones técnicas. Son apuestas ideológicas sobre el futuro que se quiere. Satisfacer a las élites de siempre o bien actuar en pro del futuro y el bienestar de la mayoría de la ciudadanía no resulta exactamente lo mismo. De hecho, son opciones contrapuestas.

Ampliar El Prat

Es una de las disyuntivas y uno de los debates más relevantes que se producen hoy en día en Cataluña. Hacer o no hacer una ampliación de la tercera pista en el aeropuerto, parece que este es el dilema. De momento, se echa de menos en esta disputa argumentos de calado tanto a favor o en contra, que los hay en los dos sentidos, y los términos en que se plantea resultan más bien tópicos cuando no claramente superficiales. Reduciendo los argumentos al mínimo, parece que se confrontan una apuesta por el crecimiento económico, del que un aeropuerto dimensionado sería una pata significativa, ante los que primarían la defensa de una zona natural de interés y que creen que debe continuar siendo protegida ante los embates del cemento. O más vuelos de avión o salvaguarda de los pájaros. Especialmente el sector turístico, con el apoyo de las organizaciones empresariales, abonan una ampliación que entienden permitirá recuperar y aumentar el flujo de viajeros que deben llenar y dinamizar la ciudad de Barcelona y dar sentido a los recursos de las zonas costeras. Para los escépticos en que la ampliación aeroportuaria sea necesaria, el impacto ambiental que se derivaría en una zona ya especialmente congestionada resulta innecesario y poco justificable. En términos políticos, la confrontación está servida entre los partidarios del pragmatismo economicista y aquellos que creen vale la pena pensar un poco más allá. Más grande, no siempre es mejor. Hay también un amplio sector del arco parlamentario que tiene la tentación de gustar todo el mundo y no se ha pronunciado. De hecho, todavía no se sabe muy bien cuál es la posición definitiva sobre el tema por parte del nuevo Govern de la Generalitat.

Probablemente todos estaríamos de acuerdo en que, si se tiene que hacer y se hace, que se haga bien y se minimice el impacto. Se impone la pregunta, ¿es necesario? Hay dos aeropuertos más en Cataluña notoriamente infrautilizados y uno más, el de Lleida, que no se utiliza para casi nada. ¿No sería posible constituir con todos ellos un sistema integrado que nos ahorre la operación de agrandamiento de El Prat? Si el resultado de establecer esta red no es equivalente al carácter referencial de disponer de un aeropuerto más grande, ¿cuál es en realidad la función que se le dará en el aeropuerto barcelonés? La cuestión de fondo y creo que muy relevante es si esto permitiría convertirlo en un hub remarcable tanto de vuelos entre las principales ciudades del continente, como especialmente de enlaces con los principales aeropuertos del mundo, lo que ahora no es. Esto, probablemente justificaría una ampliación que daría a Barcelona una posición estratégica y que le permitiría desarrollar en el entorno catalán actividades económicas de base tecnológica de interés y atractivo globales. Quiero decir que resulta crucial para decidir explicitar cuál es la estrategia económica de fondo que puede sustentar dar más amplitud a esta infraestructura, en definitiva, cuál es el proyecto de país y de futuro que habría detrás.

Ultimátum empresarial en favor de la ampliación del aeropuerto de Barcelona

Porque, no nos engañemos, si de lo que se trata es de aumentar los vuelos low cost que son los que hasta ahora predominan en este aeropuerto, para inflar un sector turístico que antes de la pandemia ya resultaba insostenible para la ciudad de Barcelona y para su entorno, quedaría más que justificada la negativa a la ampliación. Este es un sector que ha sufrido muchísimo con la pandemia y que parece coherente con las infraestructuras hoteleras que se disponen que recupere un cierto peso económico. Seguro que el país lo necesita. Pero habría que evitar el exceso de dependencia hacia una actividad sobre la primacía de la que no es posible mantener una economía moderna y competitiva, ni una sociedad equilibrada. Poco valor añadido, mucho impacto ambiental y social, desestructuración de una ciudad gentrificada y convertida en una especie de Port Aventura urbano y mucho trabajo precario. Los datos son elocuentes. El turismo movió en Cataluña, en 2019, casi 40 millones de personas, 21,5 millones de las cuales eran extranjeras, con una facturación aproximada de 25.000 millones de euros. Es mucho. Sólo la ciudad de Barcelona recibió 12 millones de visitantes, lo que equivale comparativamente a más del doble del turismo que recibió todo Brasil en ese mismo año. Una exageración. Pensar que el modelo económico de país es éste resulta aterrador, como lo es que no se haga un mínimo cómputo de las externalidades negativas que todo ello genera y se renuncie a evolucionar hacia un turismo posible y sostenible. Todo esto hay detrás de una decisión como la de ampliar si o no el Prat. Estaría bien que se discutiera y se nos enseñara la fotografía completa y no sólo un detalle de ella.

Criptomonedas

No hay foro de jóvenes en el que no aparezca el tema del Bitcoin u otras monedas virtuales como camino para enriquecerse de manera rápida y fácil. Quien más quien menos ha puesto algún dinero y los más osados ​​han convencido a padres o abuelos, que no entienden de que carajo hablan, que compren con sus ahorros ya que se ve que esto de la tecnología blockchain resulta la versión moderna y segura de lo que a nivel evangélico era la multiplicación de los panes y los peces. Más que grandes cantidades, se suelen hacer pequeñas o medianas aportaciones para no quedarse fuera de tan buen negocio. Una vez más, se obvia la noción de riesgo, y aquí es altísimo. Para hacer la compra, se recurre a empresas intermediarias que cobran una cantidad desmesurada por hacerlo. Estas sí que hacen un muy buen negocio. Cuentan con la credulidad de chicos, que se han agenciado cuatro informaciones insuficientes sobre el tema y, en general, buenas dosis de ignorancia, empujados a «hacer negocios» que no son más que posiciones especulativas sin posibilidad de sostenibilidad a medio o largo plazo. El problema, es que se ha generado una auténtica adicción fundamentada en una fe inducida y en una pulsión ludópata que sólo puede terminar entre mal y muy mal. Sorprende ver como la forma de expansión de estas «inversiones» se hace en forma de mancha de aceite utilizando el sistema de comercialización triangular que ya se ha usado en muchos productos -siempre milagrosos- físicos. Captación de clientes convertidos en agentes comerciales para pagar su aportación y hacer crecer el negocio. Siempre motivados por primitivos sistemas doctrinarios, encuentros de activación y gurús de referencia. Se les convence de que ellos han entrado a participar en un grupo selecto, en una comunidad, que poseen un conocimiento que está vetado al conjunto de los mortales. Espíritu y comportamiento de secta. A partir de aquí objetivos comerciales ambiciosos a alcanzar, en que lo mercantil y lo doctrinario terminan por confundirse. Adicción, sometimiento, obnubilación de la razón y dependencia económica. No es necesario que se preocupen con las pérdidas y deudas de hoy. Para los gurús que pululan en este mundo, esto sólo es el preludio del enriquecimiento y el triunfo del mañana. En la escenografía que se organiza para captar y mantener los incautos no hay lugar para el fracaso.

Los videojuegos y las criptomonedas: ¿cuales son las ventajas y desventajas  de utilizar este medio de pago? - Cultura Geek

Y es que, digámoslo claro, todo lo que se mueve en torno a las criptomonedas es una gran estafa. La definición de «cripto» ya debería provocar sospechas. Contrariamente a lo que se dice, no son «monedas» alternativas porqué no son depositarias de valor alguno y no hay ninguna institución ni nadie que las avale, que pueda responder por ellas. Ningún Fondo de Garantía de Depósito. Son un engaño piramidal, un esquema Ponzi, en el que el valor del activo aumenta sólo en la medida en que se capte nueva gente que adquiera y, cuando esto no se produce, carrera para intentar vender y rápido desmoronamiento y quiebra. Que algunos gurús de Silicon Valley como Elon Musk hayan hecho alguna compra de bitcoins los ha estimulado al alza, pero automáticamente los ha devaluado cuando ha salido. Como sistema de pago alternativo sólo se puede utilizar en ámbitos muy marginales. En cualquier caso, al igual que sucede con las dinámicas bursátiles, cuando los pequeños inversores sienten que tienen que vender los expertos ya hacen tiempo que lo han hecho. Para estos últimos sólo quedan las pérdidas. Sobre el carácter no confiable de las criptomonedas han escrito prestigiosos economistas como Paul Krugman o Joseph Stiglitz, este último aparte de premio Nobel de Economía fue durante años economista jefe del Banco Mundial. Este último se ha pronunciado sobre el carácter no confiable de monedas que no contienen ningún valor más allá de ser convertidos en un activo especulativo detrás del cual no hay nadie, si acaso intermediarios que juegan con las ganas de enriquecimiento fácil y rápido de la gente. Se vende el anonimato de los creadores del Bitcoin de manera positiva, como si fuera el resultado de la teórica cultura colaborativa que se habría impuesto con la red y que resultaría inherente a la tecnología digital. No habrá teléfono al que llamar para pedir responsabilidades cuando se produzca la debacle ni referencia a la que demandar judicialmente para ajustar cuentas. Todo habrá sucedido en un espacio opaco, inmaterial e imaginario. El único tangible será lo que habremos perdido en dinero real y la indignación y vergüenza que nos provocará haber sido tan inocentes, demasiado codiciosos, poco prudentes y excesivamente crédulos.