Una sociedad atemorizada

Vivimos en un mundo cada vez más inestable. El globalismo más que proporcionarnos seguridad, lo que hace es convertir cualquier episodio local en un problema potencialmente mundial. El tema de la enfermedad contagiosa del coronavirus resulta lógicamente preocupante por su carácter letal, por la falta de medicación totalmente efectiva para combatirlo y por la capacidad de extenderse que tiene, pero, probablemente, lo peor es la psicosis colectiva que está generando. En una sociedad enormemente urbanizada y con una movilidad de gran parte de la gente exagerada, las posibilidades de que nuevas enfermedades se conviertan en epidémicas y afecten a buena parte del mundo resulta algo muy plausible. Las prevenciones exageradas que se hacen en el mundo occidental, con la suspensión del Mobile Congres de Barcelona, ​​no hacen sino generar una especie de histeria colectiva que aparte de acentuar el aislamiento individualista de viajeros y habitantes de muchas ciudades, ya empieza a dar lugar a las primeras reacciones xenófobas en forma de evitar la relación con ciudadanos inmigrantes orientales, como si por el hecho de pertenecer a un continente o a una etnia ya se sea de natural sospechoso de ser portador de la infección. El nombre, el origen de la incubación y la transmisión hacia los humanos convierte en más sórdida una enfermedad que nos resulta desconocida y exótica.

Resultat d'imatges per a "epidemia coronavirus"

Resulta paradójico que en una sociedad dominada por el conocimiento tecno-científico, la vulnerabilidad sea cada vez mayor. Hemos desarrollado conocimiento y productos que nos hacen más indefensos y sentirnos más desarmados y desvalidos. Sabemos que hemos creado una capacidad ingente de generar elementos patógenos. Aparecen virus cada vez más resistentes para la mutación que produce el uso y abuso de productos farmacéuticos en una sociedad abusivamente medicalizada y adicta a los fármacos. Consumimos constantemente antibióticos y no especialmente de manera consciente, pues sus rastros están presentes en las aguas y en una buena parte de la cadena alimentaria, y muy especialmente en aquellos productos que tienen origen animal. Poner bajo control las nuevas enfermedades es y será el gran reto del conocimiento médico-sanitario en un mundo interconectado en el que los temores y los terrores se difunden y nos afectan de manera inmediata. Curiosamente, el acceso automático a la información y el conocimiento no nos tranquiliza socialmente, sino que en la medida en que de todo se puede hacer espectáculo y mercancía, acabamos por ser víctimas de rumores, invenciones, fantasías o fake-news. Igual que en el desinformado pasado. La historia habla de la «gran peur» que se produjo en la Francia de antes de la Revolución de 1789, hecha de noticias falsas, hambrunas, inseguridad y de temores ancestrales.

El sociólogo alemán Ulrich Beck, tipificó hace unos años lo que llamaba «la sociedad del riesgo global» para referirse a nuestros tiempos. Creía que en la sociedad moderna hipertecnológica y aparentemente integrada y segura, los riesgos sociales, políticos, económicos, industriales y medioambientales tienden cada vez más a escapar del control y protección de las instituciones, las cuales resultan incapaces de evitar fenómenos que, de hecho, son imprevisibles tanto en el desencadenamiento como en sus efectos. Tantos esfuerzos para hacerlo todo medible y previsible, no han hecho sino devolver y aún de manera más profunda nuestras sociedades a la incertidumbre. Cualquier evento local puede tener efectos demoledores en la confianza y los comportamientos globales. El atentado de las Torres Gemelas afectó el estado de ánimo de todo el mundo y nos devolvió a los tiempos de los temores y de las inseguridades. Los eventos únicos no son previsibles ni la reacción de las sociedades hacia ellos. No hay algoritmo que pueda prever los fenómenos meteorológicos extremos que se dan cada vez más, ni repentinos movimientos migratorios o la irrupción de una nueva enfermedad. Habitar un mundo global debe tener cosas buenas, pero por el momento a la mayoría de la gente nos ha convertido en más pobres y mucho más vulnerables.

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