Vic como (mal) ejemplo

Los muchos y continuados casos de irrealidad que se expresan en Cataluña, resultan preocupantes. Como lo resultan también la cantidad de comportamientos y situaciones grotescas que, a estas alturas, ya no se pueden procesar ni contabilizar. Ciertamente que después de siete u ocho años de insistir en discursos extravagantes y en conductas impropias de gente adulta y responsable ya nos deberíamos haber acostumbrado. Mucha gente parece que lo ha hecho, pero cuesta porque la tendencia es que las acciones cada vez profundicen más en el absurdo y en lo estrafalario. El lenguaje utilizado es extremadamente perverso, y con él se construyen eslóganes que no describen ni la realidad ni el futuro, son poco más que una intoxicación. Se afirman cosas claramente no reales como una ya existente «república catalana», y se sigue persistiendo en afirmar lo que no existe. Alguien lo ha incorporado a su «emoción», y la «razón» se ve que tiene poco que decir. Se persevera en las falsas promesas y en la mentira, en que «España es una dictadura» o que «haremos una declaración unilateral de independencia» cualquier día de estos. Incluso aquellos “patriotas” que últimamente son estigmatizados por haberse decantado por una realpolitik, continúan con la misma letra y música en los festejos de fin de semana. Uno de los diarios digitales más financiados por el régimen, publicó hace unos días como titular que «cinco catalanes» habían ganado el Mundial de Baloncesto; con quién se ve que es anecdótico. Hay en el procesismo una fe ciega en el poder modelador de la propaganda, aunque lo que se plantea sea del todo inverosímil. El poder de la infoxicación. Justamente he leído no hace mucho el libro de Kemplerer, El lenguaje del Tercer Reich. Entre muchas cosas de interés, explica cómo el lenguaje es el gran instrumento de dominación y que el uso de los términos y la carga que se les da no es nada neutro. Al final, lo que se afirma y la realidad resulta tan dispar que las palabras acaban por resultar casi paródicas. Es el momento en el que hay que preocuparse de la psicología colectiva.

Resultat d'imatges de Vic independentismo

En el estado de excitación colectiva de buena parte del país, Vic ha querido sobresalir y de qué manera. Siempre ha sido una ciudad extrema, aunque invariablemente en el eje conservador o reaccionario. Fue profundamente carlista, tradicionalista, levítica, franquista de buen grado… Justamente, sesenta años atrás la Plaza de Vic acogiendo ardorosamente el general Franco explica muchas cosas de entonces, pero también de ahora. Todo tiene su lógica. El «Pacto de los Vigatans» de 1705, tampoco tenía nada de progresista, aunque algunos se esfuerzan ahora para venderlo así. La cuestión es que se hace un abuso más que desproporcionado de la ocupación del espacio público, impulsado por aquellos que gobiernan el consistorio y también por los que les hacen de claque. Se cuelgan, de manera oficial, multitud de pancartas que ensalzan la ilegalidad y que abonan la comisión de delitos. El mundo al revés, los conservadores en el poder fomentando la desobediencia y el comportamiento incívico. Hubo también el episodio del muecín que, a las ocho de la tarde hacía las proclamas pertinentes en voz del actor Lluís Soler y que, tanta vergüenza nos hizo pasar en todas partes. Podríamos hablar de pasarse por el forro las normativas de civismo y urbanísticas, con todo tipo de estandartes colgadas en los balcones, lo que justamente prohíbe y castigan explícitamente las ordenanzas urbanísticas y de civismo, o bien de marchas nocturnas con antorchas que ostentan un simbolismo más bien discutible. La última ocurrencia tiene más significado del que seguramente pretendían los que la han aprobado. El Ayuntamiento ha decidido poner el nombre de 1 de Octubre a una plaza. Algunos pequeños problemas se les han escapado. El espacio forma parte del recinto de una antigua fábrica -El Sucre-, y urbanísticamente no es una «plaza». Una república inexistente pone nombre a una plaza que no lo es. Para redondearlo, en medio de este espacio hay una espantosa estatua de un hombre con un cerdo en sus manos. ¿Cuál sería el mensaje, la metáfora o la enseñanza a extraer? Hay quien se excusará diciendo que en Vic y contornos todo el mundo es muy independentista y que esto puede llevar a excesos. Y así es. Ciertamente que a nivel electoral el separatismo, en los sus diversas versiones, es muy mayoritario. A nivel privado es mucha la gente que no comparte tal deriva y exceso, sea políticamente independentista, o no. Preocupa que intelectuales y periodistas hayan desertado de su función razonadora. Siempre es mucho más cómodo formar parte de la ola ganadora, aunque por el camino tengas que ahogar el intelecto. El resto lo aporta el miedo, la espiral del silencio, el unanimismo… En las concentraciones de apoyo a los últimos detenidos, no ha abundado la prudencia y se han proclamado muchas tonterías. Presunción de inocencia, siempre, pero también presunción de veracidad y de legitimidad a las actuaciones de los pilares del Estado de Derecho. Más allá, sólo hay la nada.

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