Se ha soltado como un globo sonda y habrá que ver si se confirma, pero la posibilidad de que el ex primer ministro francés se presente como candidato a la Alcaldía de Barcelona ha tensionado aún un poco más la política catalana. La verdad es que si se produce, tendrá muchos efectos políticos, algunos puramente en el terreno simbólico y otros de prácticos en el tablón barcelonés, pero también en el catalán. No se puede negar que es un hecho absolutamente inédito en la política catalana, española y creo que también europea. Sólo me viene a la memoria el caso de Daniel Cohn-Bendit, el «Danny el Rojo» de mayo del 68 parisino, que terminó siendo eurodiputado de los Verdes alemanes. Pero el tema de Valls tendría bastante más calado. Que alguien que ha sido Ministro y luego Primer Ministro de un estado poderoso como Francia aterrice en la política local barcelonesa, no es un tema menor. Ni para bien, ni para mal. Lógicamente que los que pretenden presentarlo -Ciudadanos- ven en ello todas las virtudes, como es cierto que el resto del espectro se ha apresurado en desacreditar que alguien pueda hacer un cambio de escenario político tan drástico. Ciertamente es un caso atípico de alguien nacido y vinculado aquí, pero que ha hecho su vida en Francia. Será un candidato muy vulnerable a la acusación de no conocer la ciudad, pero también se podrá argumentar que el ejercicio de la ciudadanía europea, también puede ser eso.
Lo que si es cierto es que esta posibilidad está generando mucho nerviosismo entre los partidos catalanes, porque si se presenta polarizará la campaña, lo que provoca muchos efectos derivados. Una estrategia muy arriesgada por parte de Ciudadanos, ya que con ello juega al «todo o nada», pero centrará el debate. Cuesta imaginar a alguien que ha encarnado la «grandeur» francesa, haciendo de concejal de la oposición, como tampoco iniciando una carrera política de fondo como si fuera un principiante. Sin duda una apuesta que acaba de rematar la decadencia del PP en Barcelona, y que puede dificultar mucho que el PSC se presente como una alternativa real a la alcaldesa actual. El carácter de antiguo socialista de Valls, que hizo mucho en pro de la hecatombe de los socialistas en Francia, dificultará mucho las relaciones. La confrontación política con la candidatura de Ada Colau, llevará a ésta hacia los temas donde es más débil y puede tener dificultades para ser creíble debido a su ambigüedad: seguridad pública, desarrollo económico y, especialmente, la posición en relación al movimiento independentista. El tema hará que se hable mucho de Barcelona en Europa.
Justamente donde la posibilidad del ex-primer ministro francés está teniendo efectos más fuertes, es en el campo independentista. La alcaldía de Barcelona tiene para el «procesismo» una fuerte carga simbólica y la veían casi en su mano. Los lleva a una lista unitaria que ERC había querido evitar presentando a públicamente su candidato. Una gran ocasión para el mundo Puidemont de cara a la construcción de un movimiento unitario que acabe con el PDCAT y ERC definitivamente subsumidos. Los primeros ya hace días que han sido liquidados políticamente por aquel a quien Mas le había traspasado sólo temporalmente su negociado. ERC, ha demostrado los últimos tiempos ser un partido mucho menos sólido de lo que en algún momento hubiera parecido, incapaz de superar haber quedado ubicado los últimos tiempos en el sector más moderado y de orden del mundo independentista. No ha sabido sobreponerse a las continuadas performances que les organiza Puigdemont, y no se han atrevido a plantarse por el miedo a ser tachados de traidores. Así, la llamada unitaria del autoproclamado candidato de consenso en Barcelona, Jordi Graupera, que hace unas semanas parecía tener poco futuro, se puede terminar por imponer. Culminaría este proceso de apropiación del independentismo por parte de sectores que, presentándose con formas relativamente modernas e informales, son desacomplejadamente de derechas, bastante clasistas, y especialmente ultraliberales en el terreno económico. Lógicamente afirman ser «transversales» y no someterse al reduccionismo del eje derecha-izquierda. Es decir las élites conservadoras de siempre pero que ahora se presentan como posideológicas y con vestiduras «republicanas».