Cuando nos interesa un autor y su obra, no hay nada mejor que leer una buena biografía. La vida personal y la construcción literaria suelen tener mucho que ver, aunque a veces esta interrelación toma senderos complejos. Los buenos escritores no reflejan en la escritura exactamente sus vidas, pero es a partir de sus experiencias que una buena obra literaria suele adquirir solidez y personalidad. Y suele haber biografías de casi la totalidad de los escritores un poco reputados, lo que no significa que sean buenas biografías. Demasiadas veces el relato sobre escritores pretende ser exageradamente exhaustivo y hace de la profusión de datos y detalles su pretendido valor. Una buena biografía no es necesario, ni se muy recomendable, que sea enciclopédica. También demasiado a menudo la admiración de quien relata la historia hacia el creador estudiado, hace que se confunda la narración con una hagiografía. Entonces el relato sobre la vida y obra suele perder interés. Hay, sin embargo y afortunadamente, escritores y críticos literarios que han levantado la biografía literaria a nivel de arte. Te transportan a una época, a un mundo y el desarrollo de una obra literaria facilitando la comprensión de la cual a través de las cuestiones vitales más significativas de su autor. Esto es lo que hace, y muy bien, uno de los mejores biógrafos europeos contemporáneos como es Pietro Citati. Ha renovado el género biográfico, con un estilo muy sobrio en el que sólo te da las pinceladas imprescindibles. Dice poco, porque sabe mucho. El secreto, convertir al autor descrito en personaje de la obra literaria. Tiene magníficas obras sobre Goethe, Tolstói, Kafka o Leopardi. Esta que os recomiendo, se sobre Francis Scott Fitzgerald y su compañera Zelda, una pareja vital y literaria muy especial y compleja.
En La muerte de la mariposa. Zelda y Francis Scott Fitzgerald (Gatopardo Ediciones, 2017) se hace, en sólo con un centenar de páginas, un retrato extraordinario, sugerente y esclarecedor, sobre una pareja que convirtió su vida en una oscilación constante entre el cielo y la infierno, una historia de complicidades profundas, pero con episodios muy tétricos y autodestructivos. Un vínculo que dura toda una vida, pero sometido a los efectos de la esquizofrenia de ella que la hicieron vivir la mayor parte del tiempo en clínicas psiquiátricas, con el alcoholismo y la ambición literaria desmedida de él. Un talento literario descomunal el de Scott Fitzgerald que entierra las inclinaciones también literarias de Zelda, las cuales son poco comprendidas y aceptadas por él. Vidas duras, itinerantes, creativas y castigadas a caballo entre el optimismo y la vitalidad desbordante de unos felices años veinte, que dan lugar a las mejores obras de este autor, y una Depresión de los años treinta que coinciden con un ocaso creativo notorio, especialmente después de la publicación de Suave es la Noche. Cumple este gran autor norteamericano con el tópico de que los mejores escritores autodestruyen y mueren jóvenes. Dejó una obra extraordinaria y muy influyente, comprensión a la que ayuda, y mucho, la lectura de este pequeño gran libro.