Los nativos digitales son bastante diferentes a sus predecesores, aunque éstos se hayan incorporado también al mundo de internet. Vivir constantemente en las redes sociales y creer que todo está al alcance de un clic, imprime carácter. Cogidos a sus smartphones como si fueran una prótesis incorporada a su cuerpo, jóvenes y adolescentes viven en una realidad bastante diferente y expresan comportamientos que a menudo tienen poco que ver con el resto de los mortales. Nunca como ahora se había hecho tan evidente lo que decía Marshall McLuhan para el mundo de la televisión, lo de que «el medio es el mensaje». Se difuminan los sentimientos de identidad, se fomentan las relaciones superficiales y se dificulta el desarrollo de la imaginación creativa. Si las inmensas posibilidades que sin duda ponen a nuestro alcance las ingentes ofertas de aplicaciones que tenemos las usáramos de apoyo, de herramienta, de elemento de inducción o de una cierta facilitación, sin duda los efectos podrían ser positivos, «app competentes», como afirman los autores de este libro. El problema radica en el papel sustitutorio, casi absoluto, que adquieren en mucha gente y de manera especialmente significativa entre los más jóvenes, a los que se podrían llamar como los «app dependientes». Los efectos poco deseables del uso y abuso de ciertas herramientas tecnológicas, no radica casi nunca en la tecnología en sí, sino en un uso exagerado, descontrolado y utilizada como sustitutorio. En este caso, la tecnología digital no es neutra, e impone una lógica que lleva aparejada comportamientos, actitudes, valores y efectos psicológicos muy evidentes. De eso trata este libro de estos expertos en cognición y educación de la Universidad de Harvard.
En La generación App. Cómo los jóvenes gestionan sume identidad, su privacidad y su imaginación en el mundo digital (Paidós, 2014), estos reputados autores abordan los aspectos cruciales de la vida de los adolescentes, llevando a cabo investigaciones, creando grupos de estudio y haciendo numerosas entrevistas, para determinar la influencia que tienen el uso continuado de aplicaciones digitales en la conformación de su identidad, la definición de su ámbito de intimidades, así como en su creatividad. No llegan a conclusiones definitivas y huyen muy mucho de «condenar» el uso de herramientas digitales de manera genérica. Alertan, sin embargo, de sus efectos no siempre ni mayoritariamente benefactores y sobre un uso desmedido que tiende a deshumanizar ya crear burbujas de realidad paralela, especialmente en aquellas personas que se encuentran en el período de construcción de su personalidad y de desarrollo de sus habilidades sociales. Como muchos otros estudiosos del tema, reivindican un uso del tiempo menos acelerado, dejando más espacio para la reflexión pausada, así como encontrar el tiempo de recuperación para que podamos centrar la atención con mayor eficacia cuando sea necesario, evitando dispersarnos y fluir en un intento de hacer muchas cosas a la vez. Esto último, no nos aporta ni bienestar, ni tampoco la posibilidad de hacer y sentir con cierta intensidad.