Olivia Laing. La ciudad solitaria

La soledad puede ser muy creativa, pero puede resultar devastadora. Aunque tendemos a huir de ella es absolutamente necesaria, imprescindible, para la creación y reafirmación del yo, pero a la vez el ámbito exclusivo de la reflexión, el pensamiento y la creatividad. Sólo quien sabe estar solo, convivir con él mismo sin tensión, suele estar preparado para tener una relación adecuada con los demás. No hay un «nosotros» sin un «yo». Que los espacios de soledad no resulten frustrantes requiere de un aprendizaje, el cual a veces es largo. No todas las personas que viven sin compañía se sienten solas, como también se da mucho sentirse enormemente solo y aislado a pesar de estar rodeado de gente. Ahora bien, la soledad también puede ser una condena debido a una incapacidad manifiesta para relacionarse e interactuar. En este caso, como afirma la autora, la soledad es acumulativa, tiende a crecer y perpetuarse, además de ser un precursor clarísimo del envejecimiento cognitivo. En el mundo digital solemos combinar de la peor manera el aislamiento y la exposición constante. Estamos atados a nuestros dispositivos, recelosos del contacto real y de cualquier situación de intimidad, mientras nuestra capacidad de socializarnos se marchita y se atrofia. Los cachivaches tecnológicos dificultan la interacción personal, pero no son «culpables» de nada. Los usamos para parapetarnos ya que el contacto nos parece peligroso como imposible de predecir sus efectos (también los afectos). Pegados a la pantalla nos olvidemos de nosotros mismos, pero también de los otros como individuos reales. Pretendemos estar «juntos y solos» como dice el título de un libro de la psicóloga Sherry Turkle.

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Con todo, este no es un libro que trate especialmente de los efectos psicológicos de la soledad y del estar abducido por las tecnologías digitales. Es un libro sobre la experiencia personal de la autora arrojada a la soledad por un desengaño amoroso y cómo la vive aislada en una gran ciudad, pero es sobre todo un libro sobre la creación artística y la soledad, sobre los grandes solitarios del mundo el arte, aspecto éste que ha dado lugar a una poética propia y muy especial. En La ciudad solitaria. Aventuras en el arte de estar solo (Capitán Swing, 2017) la escritora y crítica inglesa Olivia Laing elabora una obra muy original que se mueve entre el relato biográfico, la reflexión filosófica y existencial, algunas dosis de ficción y, especialmente el retrato de algunos grandes solitarios del mundo artístico. Abarca referencias biográficas de autores muy renombrados y grandes solitarios como Andy Warhol o Edward Hopper, pero también de menos conocidos como David Wojnarowicz y algunos un tanto marginales y desconocidos como el escritor y dibujante Henry Darger, autor de una obra ingente la cual sólo se conoció después de su muerte. O también recorre el itinerario del cantante performativo Klaus Nomi, o bien los experimentos de exhibición pública del emprendedor de Internet Josh Harris. En conjunto, un libro sorprendente, provocativo, bastante inclasificable y delicioso que nos habla del espacio entre las personas y de la capacidad mágica y explicativa que puede llegar a tener el arte.

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