Una novela exquisita con aquella sutileza bastante característica de la literatura y el gusto delicado de la cultura japonesa. Una lectura justamente muy adecuada para los lectores que conectan con aquella escritura aparentemente simple y sencilla donde los silencios son tan importantes como las palabras, donde lo que se intuye sobrepasa a lo que se habla, donde las sombras son más importantes que los objetos que las provocan. Un canto a la vida llevada con humildad, a la importancia de los afectos más elementales y básicos en nuestro itinerario, una descripción del desgaste del paso del tiempo, la apuesta por el aislamiento para evitar ser herido, una descripción del papel de las criaturas en el desarrollo de la vida y sobre el muy especial vínculo de estas con sus madres y la significación de la maternidad. Una prosa descargada de cualquier floritura, a veces seca y cortante, la elegancia del minimalismo narrativo. Retrato de una vida dura y sin muchas perspectivas, una apuesta para refugiarse en los libros como los contenedores de lo mejor que ha dado la condición humana, la trinchera desde donde afrontar un mundo que siempre nos termina por decepcionar y por romper el alma. Un libro que forma parte de manera plena de la cultura japonesa y que entronca con su literatura más clásica, curiosamente escrito en francés por esta novelista que se estableció ya de joven en Canadá. En ningún caso es una escritura desvinculada del poderoso entorno cultural y literario en la que nació y se formó.
A Hôzuki, la librería de Mitsuko (Nórdica Libros, 2,017), esta escritora premiada y ya de largo recorrido literario nos proporciona una obra de una gran belleza formal, poética, al tiempo que desarrolla un itinerario argumental bien trufado de referencias filosóficas y de unas biografías vitales bastante particulares. La descripción del juego de equilibrios existenciales a los que a menudo las personas nos vemos obligados a recurrir, construyendo itinerarios que acaban teniendo de todo menos un carácter lineal. Una novela sobre las diferentes, diversas y en ocasiones múltiples vidas, que puede contener una sola vida. Un libro cautivador, lleno de zonas de sombra y numerosos espacios de ambigüedad, capaz de inducirnos hacia un sentimiento de tristeza, pero que también emana una vitalidad contenida. Como toda buena obra literaria, no se va cuando lo cierras porque lo has terminado. Te torna y te retorna. Una delicia.