Vivimos inmersos en un modelo de producción y de consumo notoriamente agotado. No es sólo la imposibilidad medioambiental que no hace creíble un modelo productivista de crecimiento continuado. Es también que el capitalismo de mercado ya no dispone de mecanismos de redistribución que hagan posible el mantenimiento de la vida social y unos niveles de cohesión y de equidad aceptables. El salario ha dejado de ser un instrumento de reparto del valor creado en el proceso productivo, siendo cada vez un elemento menos a considerar en el establecimiento de los costes de producción. Tiene que ver esto, con la pérdida del papel del trabajo, al menos en el sentido tradicional del término. La precariedad se ha impuesto en todos los ámbitos de la actividad económica, y el salario cada vez tiene menos que ver con el tiempo dedicado, sino con la singularidad mental aportada, en la capacidad de creación de valor. Cada vez la economía es más inmaterial y la tecnología suple los individuos en los procesos productivos. En palabras del autor, «el productivismo es sólo un modelo productivo pobre», y el capitalismo cognitivo está enterrando el capitalismo industrial. El otro mecanismo tradicional de redistribución, la fiscalidad, también ha dejado de jugar el papel de antaño, ya que graba sólo actividades que se van tornando menores, mientras que no lo hace sobre las finanzas, que es el gran campo de juego de la economía actual. Asimismo, haciendo tributar básicamente sólo a las rentas del trabajo, el esfuerzo fiscal recae sobre unas clases medias en proceso de desaparición y sobre unas ya muy depauperadas clases populares. Se impone, pues, un cambio de paradigma.
En La abeja y el economista (Traficantes de Sueños, 2012), el economista francés Yann Moulier Boutang construye la cimentación económica sobre la que descansa el debatido y poco conocido concepto de la Renta Básica Universal, del cual es un gran defensor. Utiliza de manera muy inteligente la fábula sobre las abejas de Mandeville, construyendo una metáfora sobre la economía actual. Las abejas hacen mucho más que producir cera o miel. De hecho, lo más significativo que hacen es polinizar multitud de plantas, difundiendo así la vida. Su función más importante, la hacen de forma gratuita y no tiene precio. Para este sugerente economista, en un mundo donde curiosamente hay una escasez infinita de recursos naturales y una abundancia también infinita de recursos mentales, hay que adaptarse a una mudanza profunda que está viviendo el capitalismo, donde la riqueza ya no se genera ni se puede erigirse en la producción, sino en la circulación. El papel de los individuos ya no es tanto en el sentido tradicional de trabajo -la cera y la miel de las abejas- sino en la aportación mental y la interacción, es decir, en la polinización. Hay pues, a su entender, que mudar rápidamente hacia una economía verde y sostenible, de poco impacto sobre el medio, así como superar el PIB como indicador de la economía, ya que, como mínimo, a la riqueza productiva generada se le debería descontar los impactos negativos, ambientales y sociales, generados. El mayor cambio que plantea Moulier Boutang, es en relación a la fiscalidad, la cual debería dejar recaer en las rentas de cualquier tipo, y debería hacerlo sólo sobre la circulación de bienes y de capitales. Los ingentes ingresos tributarios que esto generaría de manera automática y sin posibilidad de fraude o elusión, permitirían dotar a todos los ciudadanos de una Renta Básica a partir de la cual deberían encontrar su ámbito de aportación a la sociedad. Un punto de vista y un libro para hacer prospectiva, para pensar un poco más allá de lugares comunes.