Una obra de teatro ineludible, tanto para los habituales en este género, como también para los ocasionales.
Una farsa trágica más que recomendable, pero ocasión para ver un trabajo actoral de los grandes, un Héctor Alterio brillante, profundo y sobre todo, emocionante. Una obra teatral que trata un tema difícil de abordar como es el de la pérdida de la realidad debido al envejecimiento. Poner el Alzheimer como tema central de un espectáculo teatral podría llevar fácilmente a un exceso de dramatismo y la apelación a la lágrima fácil. No es este el enfoque, ni el autor, ni del director de la obra, como tampoco de los actores. Una aproximación al tema con humor, sin caer en la comedia grotesca, y lógicamente también a un cierto dramatismo inevitable. Hay equilibrio y se evitan excesos y sobreactuaciones que podrían conducir a la parodia. La actuación de Alterio es casi sublime. Nos hace reír, nos resulta entrañable, pero no ridiculiza para nada el personaje. Una obra llena de dinamismo, incluso con componentes de «thriller», con reveses inesperados y cambios constantes. Realidad e imaginación se entrecruzan en un juego de espejos que generan ambigüedades y donde no es del todo claro si la confusión del protagonista responde a la realidad o al interés de confundirlo. Una obra divertida que, como no podía ser de otra manera, nos va helando la sonrisa y acaba por ponerse dura, seria e inquietante. Una obra expresa para un gran actor. Héctor Alterio lo es, ¡y de qué manera!