Un libro muy interesante y adecuado para los tiempos de desconcierto que corren, por parte de uno de los filósofos más influyentes y controvertidos del pensamiento europeo de los últimos cincuenta años. El último libro escrito por este intelectual francés que murió el año pasado, donde reivindica los ancestrales valores franceses y occidentales de la libertad y de la tolerancia, en un momento de crisis del cosmopolitismo ante el empuje del miedo y la cerrazón de la mano de los nacionalismos identitarios y de la xenofobia. André Glucksmann, como lo define Josep Ramoneda en un magnífico prólogo a esta edición, ha sido un luchador incansable, en sentido estricto, en el campo de la filosofía. De familia judía que combatió el nazismo, establecidos en una Francia que significaba, después de la Segunda Guerra Mundial, el país de la cultura y de la libertad. Vinculado a las izquierdas alternativas y extremas a los «revolucionarios» años sesenta, rompió con el comunismo y el marxismo y evolucionó rápidamente hacia una defensa estricta de los valores liberales y democráticos. Encabezó y fue el miembro más destacado del movimiento de los «nuevos filósofos», vistos en los años setenta y ochenta como un grupo de intelectuales franceses desafectos al pensamiento de izquierdas dominante, reconvertidos en discípulos combatientes de la maestría de Raymond Aron. Nunca rehuyó la batalla de las ideas, y terminó siendo seguido por unos y extremadamente odiado por los demás. Para él, «la resistencia al odio es el gran motor de la historia», y entiende que en los últimos tiempos los ciudadanos europeos se han «embriagado de fatalismo barato».
En Voltaire contraataca (Galaxia Gutemberg, 2016), Glucksmann deja una especie de testamento filosófico y político a los ciudadanos europeos, reclamando una relectura de Voltaire, y especialmente de su Cándido o el optimismo, considerado una obra capital en la defensa de la tolerancia , hecha con mucho humor, como una especie de canto a la libertad que nos convendría reaprender ante el avance del desengaño y el cinismo en una Europa que, como nos recuerda, somos «un conjunto de incrédulos, eternamente descontentos con los demás y con nosotros mismos, que vivimos mejor que la inmensa mayoría de los habitantes del planeta». Las incertidumbres de un mundo convulso en el que hemos contribuido mucho a generarlas, no deberían hacernos malvender los ideales por los que históricamente este continente ha valido la pena, especialmente desde la Ilustración. Ni cierre, ni miedo, ni mucho menos la negación de la libertad y la diversidad nos permitirán recuperar la confianza perdida. Recorriendo justamente a Voltaire, afirma Glucksmann que «los idiotas llegan lejos algunas veces, sobre todo cuando el fanatismo se junta con la ineptitud, y la ineptitud con el deseo de venganza».