Este es un libro radical. Radical porque va a las raíces de las problemáticas ambientales que nos han situado cerca del colapso, pero también porque no rehúye y más bien abunda en las muchas implicaciones y derivaciones que tiene la actual crisis ecológica. Frente el ecologismo de las «almas cándidas» que creen que la proximidad de una catástrofe anunciada, hará que la humanidad saque lo mejor de ella misma y se una en una especie de «pacto ecológico» que nos hará superar las divisiones e intereses contrapuestos; este sociólogo y profesor de La Sorbona cree que los antagonismos existentes, los intereses contrapuestos no harán sino acentuarse con la crisis medioambiental. El problema de fondo radica en la relación establecida entre el capitalismo y la naturaleza, la cual acaba teniendo consecuencias funestas a largo plazo, ya que la finalidad de un sistema basado en el lucro y el beneficio individual reside en subyugar y mercantilizar todos los ámbitos del mundo natural. Como los límites en los recursos son bastante evidentes y como el calentamiento global es un hecho, las estrategias profundas de los Estados y de las economías dominantes es tomar posiciones para un futuro que, siendo muy benevolentes, lo podemos definir como conflictivo. Nunca la geopolítica había tenido tanto que ver con el medio ambiente como ahora. Las guerras del futuro tendrán que ver con el agua, la energía, los alimentos y con la presión demográfica. La sociedad aún no, pero los ejércitos y las grandes corporaciones ya se están preparando y toman decisiones pensando en este escenario.
En La naturaleza es un campo de batalla. Finanzas, crisis ecológica y nuevas guerras verdes (Capital Intelectual, 2016), Razmig Keucheyan analiza la respuesta del capitalismo neoliberal a la crisis ecológica, concluyendo que ha tomado un camino inverso al que debería. No se replantea el modelo económico predominante el sistema de producción y de consumo vigente fundamentado en un derroche de recursos insostenible y en la generación de un nivel de desigualdades insoportable, sino en financiarizar los riesgos ambientales y climáticos. Así nacieron y progresar los «mercados de carbono», los derechos para contaminar, los «derivados climáticos», los «buenos-catástrofe…. Todo un sinfín de productos financieros innovadores digamos que vinculados a la naturaleza y que se convierten en nuevos activos subyacentes sobre los que especular y hacer negocio. Significa el triunfo de unas «finanzas ambientales» que emergen con la crisis y que los Estados fomentan con el fin de chutar hacia adelante el problema de la insostenibilidad de nuestro modelo económico, llevando hacia las finanzas y los seguros todos los ámbitos de la vida. La alerta del autor es clara: la incorporación de considerandos ambientales en el mundo de la empresa no significa un avance fruto de la toma de conciencia o de la exigencia de los consumidores, sino sólo un intento de rentabilizar esta problemática.