La política internacional es cada vez más un territorio fracturado, convulso, imprevisible y preocupante. A los movimientos geopolíticos de fondo, que suelen ser la expresión de intereses de los principales actores en la escena económica y política global, se producen en los últimos años y con una gran aceleración reciente, dinámicas de ruptura, tendencias caóticas que no hacen sino dotar al mundo de una mayor imprevisibilidad. Además de dificultar la asunción global de grandes problemáticas comunes como el medio ambiente, la pobreza y la desigualdad; todo apunta a que la inseguridad actual no hará sino aumentar de manera exponencial. Si durante décadas la existencia de dos grados superpotencias lo hacía todo demasiado previsible y subordinado a los intereses de los dos bloques, al menos había una situación de equilibrio que siendo distante de ser óptima -era el equilibrio de la disuasión, del miedo -, generaba un cierto orden global.
La guerra no convencional del terrorismo islamista está sacudiendo Occidente, con una brutalidad sobrecogedora que está generando la emergencia de las peores tentaciones y tendencias en el mundo que había sido cuna de la libertad y la democracia. No hay recursos estratégicos, ni probablemente la fortaleza ética y moral, para combatir un desafío de esta magnitud. Hasta ahora no habíamos sido conscientes de nuestras enormes debilidades y vemos como la reacción frente a la barbarie, justamente nos puede llevar allí donde el yihadismo pretendía situar las cosas. Son puestos en cuarentena de los valores que habían definido Europa, la reaparición de discursos nacionales de carácter xenófobo y escasamente democráticos y la posibilidad aterradora del triunfo de Donald Trump en Estados Unidos. Este no es un tema menor, y en estos momentos situado entre lo que es posible y lo que es probable. Más allá de su verbalismo arrogante y casi infantil, estamos ante el regreso de lo peor de belicismo estadounidense.
Si la fractura y descomposición de los estado árabes mediterráneos ha sido una muy mala noticia para las poblaciones de estos países, por crear las condiciones caóticas en las que arraiga el fundamentalismo islamista y por crear grandes dosis de inseguridad global, el digamos que intento de golpe de estado en Turquía, significa todavía una sacudida más preocupante a la estabilidad. Aunque con desconfianzas, el mundo occidental creía que el islamismo moderado de Erdogan era una buena solución para que este país hiciera de contención de la problemática del mundo árabe, frenara migraciones y, sobre todo, fuera un aliado fuerte de la OTAN para frenar las renovadas pretensiones expansivas de Rusia. La evolución políticamente autoritaria de un Erdogan que ha utilizado el golpe para arrogarse poderes extraordinarios y acabar con la oposición, lo hace un aliado incómodo además de imprevisible. Con todo, el peor escenario de futuro es que el país termine fracturándose política y socialmente evolucionando hacia una versión extrema de Egipto, o peor, de Libia.
Para completar un escenario tan poco alentador, habría que añadir la regresión inducida o autoinducida de los proyectos «nacionales y populares» en América Latina, la frustración de los cuales y las fracturas sociales que se están dando nos podrían hacer ver reediciones de las asonadas de los «milicos» de antaño, aunque ahora parecen anacrónicas y superadas. Así como los movimientos, de momento sólo económicos y estratégicos de China, en el continente americano y en África, justamente tomando posiciones para la dura disputa sobre los recursos que se intuye hacia el futuro. El globalismo desaforado de carácter bilateral que impulsan los Estados Unidos con los tratados de nueva generación, y que no son ni principalmente ni exclusiva de carácter mercantil (TTP, TTIP, CETA…), justamente para contener rivalidades de otras potencias, no contribuirán a dinámicas de entendimiento global y si a aumentar de forma notoria la desigualdad territorial y social a escala mundial. Mientras tanto, una Unión Europea débil y desnortada, en la que el Brexit no ha hecho sino abrir la caja de pandora de su laminado, dista mucho de ser un actor sólido en el escenario global. Ni siquiera parece disponer de un proyecto y de un relato propio.
Es una excelente síntesis de la situación mundial actual y la gravedad de los hechos que se precipitan y nos llevan …qui{en sabe donde.
El texto del profesor Burgaya debe ser leído por estudiantes de economía y Ciencias Sociales de todo el mundo.
Manuel Acevedo (Universidad de Buenos Aires)
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