El factor Fernández

Las indecentes conversaciones entre el ministro del interior Jorge Fernández Díaz y el responsable de la Oficina Antifraude de Cataluña Daniel de Alfonso, imprimieron sin duda un efecto notorio sobre la campaña electoral de las últimas elecciones generales, y aunque difícil de cuantificar, con efectos evidentes sobre los resultados. La carga real y simbólica de conversaciones tan groseras, inadecuadas e inaceptables, ha sido muy grande y nadie desperdició las posibilidades que ofrecían en una dinámica electoral que se presentaba incierta y poco cerrada, como ningún jugador de cartas deja de usar un buen triunfo cuando la suerte la pone a su alcance. Huelga decir que aquellos que creemos que las formas constituyen también el fondo del sistema democrático habríamos esperado dimisiones y/o ceses fulgurantes. No se puede argüir en la autodefensa que las grabaciones no eran legales. No hay defensa posible a un comportamiento como éste, y lo que seguro que no es legal son unas relaciones lúbricas tan intensas entre dos instituciones del Estado con el fin de cometer un fraude jurídico y político tan espantoso. No son aceptables las alcantarillas en la democracia y sorprende no tanto que existan, sino su escasa sofisticación. Siempre había pensado que Mortadelo y Filemón eran personajes de cómic y que no era posible que existieran en la vida real.

Jorge Fernández Díaz ha sido un personaje político secundario, pero persistente a lo largo de las últimas décadas. Rodeado de un aura tétrica y de comportamiento oscuro, ha representado el continuum del PP en Cataluña y de su vocación residual y resistencialista. A mí siempre me ha hecho pensar en una versión extremadamente oscurantista y salpicada de agua bendita de Martín Villa. Franquistas reciclados que nunca abandonaron los principios del Movimiento, y que sobre todo nunca han bajado del coche oficial al que se encaramaron con poco más de veinte años. La sensación de que todavía estamos en la cultura de la Transición no se desvanecerá del todo hasta que personajes tan tristes y nefastos desaparezcan de la política. Me temo, sin embargo, que aún tardaremos en verlo, pues electoralmente han sacado un gran rendimiento de estas grabaciones tan vergonzantes. El anticatalanismo vende entre un cierto electorado de derechas al que le parecen muy adecuadas y motivadoras estas exhibiciones de testosterona totalitaria. Para aquellos que se hacen ilusiones sobre la evidencia que ello conlleva de que España y Cataluña son dos mundos sin nada que ver, sería necesario que se fijaran en el efecto especialmente benefactor que ha tenido todo esto para el Partido Popular de Cataluña que, justamente, encabezaba el inefable hermano mayor de los Fernández Díaz. Resultado bueno e inesperado, incluso atrapando en votos a la misma Convergencia.

La paradoja de todo esto, es que los otros grandes beneficiarios de la filtración de tan notorios conspiradores bocazas ha sido justamente el independentismo catalán, el cual encontró un argumento de campaña notorio en una contienda electoral que les era poco favorable. Especialmente a Convergencia el tema lo puso en campaña y le permitió, aunque sólo relativamente, salvar unos muebles que ya parecen comprados en Ikea. Que nadie se lo tome al pie de la letra ni quiera ver en esto una expresión de frivolidad, pero atendiendo a los efectos electorales provocados parecería que el Ministerio del Interior y el independentismo hubieran cooperado en hacer públicas unas grabaciones que, digámoslo todo, aunque dejan especialmente en mal lugar al ministro y al gobierno al que pertenece, tampoco dicen mucho en favor del Parlamento de Cataluña eligiendo cargos públicos, ya que fue quien optó que para dirigir la Oficina Antifraude el más indicado era alguien tan corruptible.

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