Una novela que trata de las relaciones entre el arte y el poder político, de cómo todo poder autocrático apuesta por someter la creación a sus objetivos y finalidades, sabedor de que es un espacio de libertad, de reflexión y de ensanchamiento de miras que no se puede permitir. Estamos ante la biografía novelada del músico ruso Dmitri Shostakóvich, hecha por uno de los autores literarios contemporáneos más profundos y complejos como es Julian Barnes. Un libro sobre la locura totalitaria de la Rusia soviética y sobre el carácter extremadamente despótico y egocéntrico de Stalin. De cómo un músico ya bastante reconocido, en 1936, ve como el mismo dictador hace publicar en el diario Pravda un editorial demoledor contra su ópera Lady Macbeth de Mtsensk, acusando al músico de haber caído en el formalismo y la decadencia. Una manera de hacer entender a todos los músicos y creadores que el arte no es una actividad libre en la URSS, sino un producto artesanal que debe ponerse al servicio de los intereses que los dirigentes creen que tiene la Revolución. La evidencia de la debilidad del artista ante el poder, lo que significa «caer en desgracia» en los años que Stalin había implantado un sistema de terror que, sin causa específica y sólo por el deseo circunstancial del dictador, podía hacer terminar alguien en el mejor de los casos a los campos de concentración de Siberia, y muy a menudo en el asesinato y la desaparición pura y simple. Aunque retrate el totalitarismo, Julian Barnes lo que quiere es reconstruir la intensa y convulsa vida personal y musical del compositor, poniendo especial énfasis en las dolorosas decisiones que tuvo que tomar para salvar la vida, sobre el miedo, la culpa y la dificultad para mantenerse íntegro en un contexto como ese. Aunque a regañadientes, se dobló y se adaptó, pagando pero el precio de dejar por el camino una parte de su dignidad, de su ambición artística y de su alma. Durante la vida de Stalin, abjuró de su obra anterior y se centró en producir la música alegre, positiva y épica que, a juicio del dictador, necesitaba el proletariado ruso.
En El ruido del tiempo (Anagrama, 2016), Julian Barnes erige una obra profunda, conmovedora y terrible sobre cómo el totalitarismo arrebata la dignidad de las personas, de lo difícil que es comportarse con dignidad ante el terror, sobre el gusto por la humillación que suele cultivar el poder absoluto, sobre cómo sobrevivir al terror continuado y cotidiano. Habla de la batalla con la culpa, de cómo conciliar la traición a las propias creencias con la conciencia. A pesar de ser autor de grandes novelas, una parte importante de la crítica la empieza a considerar como la mejor obra de este autor, el cual, además de El loro de Flaubert que nos llevó de descubrirlo y convertirnos en sus seguidores, está viviendo en los últimos años una etapa de madurez que ha dado lugar a libros brillantes, profundos y cautivadores. Una obra que intenta reconstruir el estado de ánimo de Shostakovich a lo largo de una vida donde, aparte de traicionar sus convicciones, fue condenado a hacerlo a sí mismo. Una novela de una inmensa e intensa carga emocional que merece ser leída y sufrida.