A escala global, estamos en pleno impulso hacia un renovado y radicalizado ciclo liberal-conservador. También a nivel local. Alguien creerá, y con razón, que después de hacia dónde nos llevó al anterior ciclo híper liberalizador, es una manera bastante extraña de persistir en el error. Doblar la ración del medicamento cuando va notoriamente mal, es algo que sólo se le puede ocurrir a la condición humana. Pero es así. Parece bastante evidente que los sectores dirigentes a escala planetaria, y no me refiero especialmente a los políticos, sino a los que deciden de verdad lo que debe ser el «prêt à porter» del capitalismo, hace ya un tiempo han decidido acelerar la retirada del Estado en la economía y de sus delirios de contraprogramar la tendencia hacia la creciente desigualdad y la precariedad extrema y generalizada. Hace tiempo, también, la periodista y activista canadiense Naomi Klein ya escribió y previno que las crisis no servían para poner en cuestión determinadas expresiones extremas del capitalismo, sino para hacer reajustes en beneficio de las minorías dominantes y predominantes, y definió éstas como el contexto perfecto para que a las sociedades se nos aplicara y aceptáramos auténticas «doctrinas de choque». Se dijo que este planteamiento era una visión conspirativa e irreal de las cosas, demasiado pesimista. Ciertamente, sin embargo, en las crisis inherentes a los excesos del animus lucrandi del capitalismo, se terminan por culpar a las intervenciones atemperadoras de los Estados.
Alguien ha decidido, y no me consta que seamos los electores, que son necesarios esfuerzos renovados hacia una liberalización económica extrema, una nueva era del globalismo, una vuelta de tuerca más en forma de desregulación, privatización de los servicios públicos, disminución de salarios y mayor precariedad. Los TTIP, TTP…., y todo tipo de tratados internacionales de nueva generación que se negocian y aprueban de manera oscura van en esta dirección. Como en la primera oleada mundializadora hace treinta años, la nueva doctrina liberalizadora va de la mano del triunfo de un conservadurismo político también bastante extremo. Si, ya sé que Donal Trump difícilmente ganará las elecciones americanas y que la victoria de Hillary Clinton nos parecerá balsámica. Por el miedo a males mayores «aceptaremos pulpo como animal de compañía». Ésta, para ganar, acercará los postulados al del electorado republicano que lo que quiere es aún más individualismo. Sólo recordar que la mayor desregulación financiera de los EEEUU, allá por los noventa, la impulsó Bill Clinton. No hay nada más eficaz que las políticas socialmente más duras se practiquen con formas moderadas, una vez se ha metido el miedo en el cuerpo a la ciudadanía. No es casual que, desde hace un tiempo, los intentos en Sudamérica para erigir gobiernos, no con pretensiones revolucionarias, sino que conformaran «capitalismos nacionales» con unos ciertas dosis de políticas sociales, se han ido desmoronando. Regímenes populistas, dirá alguien. Seguramente, y también con algunos partidos, formas y postulados de difícil justificación.
Pero lo que viene, en Brasil, no mejorará justamente, las políticas socialmente integradoras de Lula y de Dilma Rousseff. Tampoco es irrelevante que la victoria del ultraliberal y de familia enriquecida con la dictadura militar en Argentina, Mauricio Macri, haya contado con el apoyo fervoroso de los Estados Unidos, como tampoco que haya provocado de manera inmediata, un mayor empobrecimiento de amplias capas de la población a base de «liberalizar». En Europa las cosas no van tampoco en otra dirección. El miedo a Le Pen, facilita que los socialistas franceses practiquen políticas laboralmente desreguladoras que difícilmente se habría tolerado que las hiciera Sarkozy. En España, gusten más o menos, la única nota discordante al mainstream que se fija en el Foro de Davos es Podemos. Que nadie se engañe, el PSOE ya ha decidido que dejará gobernar el Partido Popular y no contribuirá con sus votos a una mayoría de izquierdas. Siempre se repite que «las crisis generan oportunidades». Lo que no se explica, es que son para los que siempre las han tenido todas.