Rafael Chirbes. París-Austerlitz

Hace relativamente poco tiempo que nos dejó este magnífico autor valenciano y ahora nos ha llegado a nuestras manos su obra póstuma, que aunque breve, es contundente, desolada, triste y pesimista. No es una novela en que se retrate de manera dura la realidad y entornos sociales, como lo hacía de manera inmejorable a En la orilla, probablemente una de las mejores obras escritas en la literatura española de los últimos 30 años, sino que estamos ante de una reflexión personal e íntima que, aunque no sea del todo explícito tiene fuerza de obra autobiográfica y de conclusión vital, justamente no contemporizadora. El protagonista, pintor español en París, es una especie de alter ego de Chirbes, o al menos se reconoce en él bastante del autor, retratando una historia de amor y de desamor, pero sobre todo la poca capacidad humana para mantener no sólo los sentimientos a lo largo del tiempo, sino la estima hacia aquellos que han formado en algún momento parte de nuestro itinerario vital. Un libro sobre la enfermedad, sobre la tragedia y los escrúpulos que acompañan determinadas enfermedades y sobre sexualidades vividas de manera castigada y poco aceptada. Sobre el terror que nos infunde la muerte, la de los demás con prefiguración de la propia y sobre la escasa empatía que nos suele generar el sufrimiento de los otros.

En París-Austerlitz (Anagrama, 2016), Rafael Chirbes construye un libro de una dureza inusitada y un retrato de la condición humana que no induce justamente al optimismo. Un libro que tomó y retomó varias veces, seguramente porque no le resultaba placentero el hacer esta reflexión, y que sólo pudo terminar, o dar por terminado de manera bastante repentina, cuando su propia muerte ya estaba a punto de atraparlo. Habla del carácter voluble del deseo y de la estima, de que es mentira la convicción romántica «que el amor todo lo puede», de cómo las diferencias sociales terminan por resultar determinantes en la continuidad o no de las relaciones personales. Habla de la muerte, de las enfermedades vergonzantes, de los temores y de la inmensa soledad que termina por acompañarnos cuando se acerca la muerte. Un libro sólo recomendado a aquellos que entienden la literatura, la buena literatura, como la capacidad de conmover y de sacudir y que no entienden la práctica y el disfrute artístico como una cuestión placentera, de distracción o decorativa. Libro que no deja indiferente.

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