El verano permite hacer incursiones lectoras en obras un tanto particulares, ya sea por su longitud, densidad o especificidad, que nos son más difíciles de acometer el resto del año. La biografía es un género especialmente agradecido de leer, pero suele tener el condicionante de que sus autores al haber convivido durante años con el estudio del biografiado, se suelen desahogar para ir a fondo y conocer los múltiples detalles en relación a una vida que es de interés y que tiene alguna connotación de haberse convertido en referencia. No hablo de las hagiografías acríticas que pretenden levantar los altares autores que son personajes a menudo poco atractivos y que el tratamiento a base de enaltecimientos desaforados y de convertir pequeñas anécdotas en categoría, acaban por resultar intrascendentes, cuando no una verdadera lata. Me reconozco fuerza aficionado al género biográfico, y lo disfruto de lo más cuando evidencia conocimiento profundo del personaje, se es capaz de contextualizar bien el mundo en el que vivió y su dimensión histórica. Valoro cuando se evidencian los múltiples perfiles del biografiado, y no se rehúyen las zonas oscuras y sus contradicciones que, como casi todo el mundo, suelen tener.
Xavier Roca-Ferrer en Madame de Staël, la baronesa de la libertad (Erenice, 2015), ha construido un magnífico retrato de un personaje y un tiempo especialmente interesantes. Estamos en la Francia que va desde los tiempos de los Ilustrados hasta la derrota napoleónica, pasando por los convulsos acontecimientos de la Revolución Francesa y por la expansión exterior que a inicios del siglo XIX se llevó a cabo durante el Imperio de Napoleón. Estamos hablando de los tiempos en que Francia y especialmente París era el centro del mundo del pensamiento y de los grandes sucesos políticos que indicarían el camino a seguir en la época contemporánea europea. Germaine Necker, que así era el verdadero nombre de Madame de Staël, antes de que se casara con el embajador sueco en Francia, ocupó un lugar de referencia en la cultura y en la política francesa, incidiendo de manera notoria en algunos de sus procesos más destacados. Hija del ministro de Hacienda francés, se relacionó de manera intensa, a veces íntimamente intensa, con figuras de la talla de Diderot, Constant, Schlegel, Tayllerand, Goethe, Schiller, Lord Byron, y el mismo emperador Napoleón. En tiempos donde los salones parisinos eran el ámbito central de relación política y cultural, el suyo se convirtió en el más destacado, al que todo el mundo aspiraba a ser invitado si vueles significar algo en la vida de París.
A diferencia de otras damas que hacían de anfitrionas de la intelectualidad, Madame de Staël fue ella misma una reputada pensadora y escritora, siendo notables sus estudios de literatura comparada. Personaje contradictorio como la mayoría de su época, que querían transformar un mundo del Antiguo Régimen en el que ya no creían, pero que seguían siendo beneficiarios de los privilegios que su ideología política decía combatir. A las clases populares y sus preocupaciones, sólo las conocían de referencia. Una niña prodigio que llevó a cabo una vida intensa y azarosa, con grandes pasiones amorosos e intelectuales y que vivió numerosos altibajos emocionales y vitales. Intelectual comprometida y defensora del papel de la mujer en la sociedad que iba emergiendo, fue expulsada de Francia por el propio Napoleón, y tuvo un papel capital en la derrota definitiva de este en 1815. Personaje central en este mundo, que se mueve a medio camino entre el entorno ilustrado en que se formó y el romanticismo que emergía como corriente cultural que dominaría gran parte del siglo XIX. Una magnífica biografía para conocer con más profundidad unos tiempos cruciales para el devenir del mundo contemporáneo. Un muy buen y completo trabajo.