Martín Caparrós. Una luna

Martín Caparrós es uno de los periodistas actuales sin duda más interesantes. Lo es por los temas que experimenta y relata a partir de esto que hace tiempo se llamó «Nuevo Periodismo», pero también lo es por una capacidad literaria, por un dominio del lenguaje que se mueve entre lo que es efectivo y lo qué es poético. Tengo una gran debilidad por este autor, lo reconozco, porque es realmente bueno e imprescindible de leer, pero seguramente también porque se dedica a una actividad y a una función que me resulta envidiable. Se aproxima a los problemas reales, de fondo, que el mundo tiene planteados, y lo hace sin ninguna pretensión aleccionadora, ninguna intención de ser poseedor de ninguna autoridad moral, pero con la voluntad de enfrentarnos a realidades que a menudo hacemos como si no viéramos o sencillamente miramos hacia otro lado. Retrata el peor del mundo, los corazones de las tinieblas donde a menudo lo que queda de humanidad ya es escaso, y lo hace sin sentirse por encima de los que lo provocan y con el escepticismo del que sabe que la condición humana suele generar más dolor, más sufrimiento, que no belleza o bondad. Ejerce de periodista atestiguando de manera literaria realidades que no están en su mano el ser cambiadas, pero sí de ser dichas y denunciadas.

Pocos libro tienen el nivel de denuncia de lo que es más básico en un mundo presidido por la desigualdad como El hambre, publicado hace menos de una año. Un recorrido por los itinerarios de la miseria para retratar de cerca hasta casi sentir el olor de la pobreza, lo que hay detrás de las grandes cifras del inequidad creciente. Ahora he hecho la lectura de un libro anterior de Martín Caparrós donde dibuja varias caras de las migraciones, poniendo también rostro a los grandes movimientos de población ya sus grandes cifras. A Una luna. Diario de un hiperviaje (Anagrama, 2009), relata un viaje acelerado y casi histérico que el autor hace por encargo, saltando de Kishnau a Monrovia, de Amsterdam a Lusaka, de Pittsburgh en París o de Madrid a Barcelona. Un viaje -viajes- que duran globalmente un mes y donde se encuentra con emigrantes de varios tipos: mujeres traficadas, refugiados de guerra, polizones de pateras, niños soldado, víctimas del sida, pandilleros deportados, trabajadores, fugitivos…, un conjunto de personas en busca de nuevos lugares donde inventar vidas diferentes, y que raramente lo consiguen. Un relato sobre los abismos de nuestros mundos contemporáneos, con fuertes dosis autobiográficas y reflexiones íntimas sobre qué se busca y de que se huye cuando se viaja. Un gran viajero y un gran cronista con una capacidad de escribir unos relatos sobre el dolor y la condición humana que hacen daño, mucho daño al alma si es que aún nos queda algún vestigio.

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