Parece bastante evidente que estamos ante los estertores finales de un sistema socioeconómico que ya ha alcanzado las máximas cotas de absurdidad. Que se impone un cambio de paradigma no sólo en el modelo de desarrollo económico, sino también en el enfoque que damos a nuestras vidas y en las formas y contenidos que debe adoptar la política para recuperar el ámbito que le era propicio, ocuparse del bienestar de la mayoría de la ciudadanía. Hemos vivido décadas anclados en un sistema económico que partía de la premisa del crecimiento continuado e ilimitado. Esto requería del aumento también continuo de del productivismo y de la multiplicación del dinero para ir incrementando el consumo. El resultado es obvio, sociedades desiguales e infelices, pero especialmente una naturaleza que nos empieza a hacer pagar las consecuencias de manera cruel por tanto derroche y tan falso optimismo. Disponemos ya de poco margen, el calentamiento global y el agotamiento de los recursos hacen ineludible un cambio de rumbo rápido, urgente e imprescindible. El problema es cómo abordarlo y qué sistema de gobernanza puede hacerlo posible. De eso habla este magnífico libro de William Hoogendyk, una de sus virtudes es que, puesto al día, fue escrito y publicado en inglés en 1991.
En El gran cambio de rumbo. Sometiendo el dinero y el productivismo. Construir un futuro sostenible y social (Icaria, 2014), Hoogendyk presenta un libro muy original, cargado de dibujos e ilustraciones y que tiene tres niveles de lectura complementarios. Por un lado, mirar los dibujos de forma sucesiva ya nos da una visión muy didáctica y amena del contenido general del libro. En segundo lugar podemos recurrir a la lectura convencional, donde se dan las múltiples razones para ir hacia una economía pacificada, que permita mantener el bien más preciado del que disponemos como es la biosfera. Hay un tercer nivel de lectura, más especializada, que tiene que ver con unas notas y anexos detallados y profundos. El planteamiento de este abogado, politólogo y militante ecologista holandés era y es el de mudar hacia una economía más social en la que lo que debe ser instrumento -el dinero- deje de ser el dueño y retorne a la condición de sirviente. Vincula el respeto medioambiental con formas políticas y económicas más justas y equitativas, con una nueva manera de encarar el trabajo y la producción, donde la participación y la cooperación de la ciudadanía adquieran mayor importancia. El prefacio que escribe Serge Latouche, sitúa la importancia creciente de los postulados del decrecimiento económico. ¡Un libro elocuente y delicioso!