Creo haber recomendado casi todo lo que se ha publicado en España de este filósofo coreano formado y establecido en Alemania, que se ha constituido en uno de los pensadores más interesantes y sugerentes de los últimos tiempos. Sus libros, breves y amenos, planteados como una dentellada al pensamiento establecido, basculan en torno a la conformación de la individualidad en tiempos de predominio del globalismo, el consumismo desaforado y el espejismo participativo que suponen internet y las redes sociales. Ha tipificado Han una sociedad de individuos inducidos a autoexplotarse, como la «sociedad del cansancio», destacando la pérdida de libertad que supone un exceso de «transparencia». Ha escrito también sobre «la agonía del eros», en la medida que se han roto las necesarias distancias entre el yo y el otro, convertidos ambos en mercancías constantemente expuestas. Ha definido la sociedad actual como un «enjambre», donde los individuos no forman una masa sino que quedan completamente aislados. La hipercomunicación digital destruye el silencio imprescindible para pensar, y aquellos instrumentos que creemos son neutros -Facebook, Google-, en realidad explotan el conocimiento de nuestra intimidad, como si fueran los servicios secretos modernos, adquiriendo rasgos que tienen reminiscencias totalitarias.
En Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder (Herder, 2014), abunda el autor en algunos aspectos ya tratados anteriormente, especialmente la cuestión de la sociedad de la autoexplotación, radiografiando el poder seductor del último capitalismo, que se dirige al control de nuestra mente y no tanto al uso de poder entendido como fuerza coercitiva. Estamos en la época de predominio de un poder inteligente (todo lo que pretende ser moderno se le llama ahora smart). Los individuos nos creemos poseedores de una libertad que en realidad no tenemos, pues casi todo nos es inducido. En la línea de Jaron Lanier, denuncia el uso abusivo del Big Data, ya que datos que hemos entregado de manera voluntaria en las redes sociales y en internet, terminan en un uso comercial y, lo que es peor, convertidos en instrumentos que permiten hacer predicciones exactas sobre el comportamiento de las personas. Parecería que podemos expresarnos libremente, que tenemos mayores medios que nunca para hacer valer nuestra individualidad, pero en realidad estamos más vigilados y controlados de lo que lo habíamos estado nunca. Aboga Han por una actitud individualmente diletante, de apostar por convertirnos en individuos singulares difícilmente reducibles a datos cuantificables. Ha llegado un punto, afirma el autor, que la idiotez puede convertirse en una actitud revolucionaria. ¡Gran libro!