Tras este nombre que parece el de un personaje metálico de la Guerra de las Galaxias, existe un aplicativo de Inteligencia Artificial (IA) que ha levantado las alertas del mundo educativo porque puede hacer perder el sentido a muchos procesos de enseñanza/aprendizaje. Esta nueva herramienta, detrás de la cual vendrán muchas más similares y todavía mejoradas, nos puede crear sólo dándole un enunciado una redacción para la escuela, un poema o un trabajo de fin de curso. Si con el surgimiento de la Wikipedia los profesores ya nos las vimos y deseamos, dudando siempre de la originalidad de los trabajos que se nos presentan porque, con el acceso a internet, se ha impuesto la cultura de “cortar y pegar”. Se ha ido supliendo todo lo que debía ser el esfuerzo de los estudiantes y nos hemos visto obligados a impulsar normativas antiplagio, pero ahora resulta que se ponen al alcance de todos mecanismos para que les hagan el trabajo. La holgazanería quedará así debidamente fundamentada, al igual que la ignorancia. Triunfo de la cultura de la simulación. Es más, quien recurra a este sistema, ni siquiera podrá serle de aplicación las normativas de fraude ya que, de hecho, cada caso resultará una creación expresa para quien solicite tal ayuda, obteniendo textos sobre los que tendrá la “propiedad intelectual”. No es anecdótico el salto en la tecnología digital que significa este programa informático y los similares que surgirán. De hecho, Microsoft ya está pensando en incorporarlo a su paquete de software de su sistema operativo para ordenadores personales.
No se trata de discutir las numerosas posibilidades positivas que nos aporta ya y más aportará la IA en campos como el de la medicina y la salud, mejoras en la eficiencia energética, gestión de los servicios urbanos, mejoras en la productividad… Pero sin control en su uso y despliegue creamos situaciones distópicas. El ejemplo que ponemos hoy, que es el desarrollo de un modelo lingüístico predictivo, no sólo puede hacernos volver a que el trabajo universitario recupere la modalidad de exámenes con papel y bolígrafo, cosa bastante probable, sin embargo, lo que es peor que el aprendizaje se acabe reduciendo a obtener habilidades en el uso de las tecnologías que nos permitan capear el sistema educativo, pero sin aprender nada por el camino. La cultura digital ha generado aversión hacia desarrollar procesos de aprendizaje y adquisición de conocimientos que iban ligados a la buena predisposición, esfuerzo y dificultad. Se cree que como tenemos todos los datos posibles accediendo a ellos desde los útiles tecnológicos, no es necesario aprender, memorizar y manejar nuestra mente. Pero en la red no hay conocimiento, hay datos que, si no los sabemos contextualizar, entender, nos dicen poco y seguimos siendo unos ignorantes que, además, hemos perdido cualquier hábito de trabajo y la capacidad de relacionar las cosas, entender la diferencia entre causas y efectos.

Con la resignación que suele caracterizarnos en relación con las innovaciones tecnológicas, se vuelve a oír la frase tópica de que esto “ha venido para quedarse” o bien que “debemos adaptarnos y hacerlo jugar a nuestro favor”. Está bien, resulta evidente que quien no se conforma es porque no quiere. Pero estamos ante irrupciones tecnológicas sin control que dinamitan la transmisión y adquisición de conocimientos, ante armas que producen un boquete en la línea de flotación de, por ejemplo, la propia institución universitaria. Hay una gran tendencia a transigir, cuando no admirar de forma acrítica, toda innovación tecnológica que de forma elefancíaca irrumpe en el sistema educativo. Por el camino se pierden los objetivos fundamentales de la adquisición de formación y conocimiento y los resultados de aprendizaje resultan cada vez más modestos. Lo dicen los trabajos e indicadores que se elaboran al respecto. La exigencia, los resultados, por ejemplo, en el sistema universitario, no han dejado de caer. Todo el mundo mira hacia otro lado, la cuestión es mantener el reparto de títulos a satisfacción de la sociedad. Pero lo cierto es que una parte significativa de los estudiantes, ni tienen ni adquieren los conocimientos básicos y fundamentales que deberían haber incorporado. Implícitamente, hemos aceptado que no hace falta, que si se tienen “habilidades digitales” ya no necesitan nada más. Quizás sí, quizás la función de la Inteligencia Artificial es la de desplazar la inteligencia a secas.