Diálogo, pese a todo

La icónica Mesa de Diálogo entre los gobiernos español y catalán ha conseguido reunirse. A pesar de que, como no podía ser de otra manera, los resultados del encuentro son más bien escasos y la celebración ha servido para poco más que para constatar el alejamiento de las posiciones, la cita acaba por tener efectos balsámicos justamente porque ha conseguido hacerse contra embates, boicots y disparos de artillería. Aunque momentáneo, el éxito radica no en lo hablado sino en haberse hecho una fotografía que se ha intentado dinamitar desde muchos lugares, pero especialmente desde dentro del movimiento independentista. Pedro Sánchez consigue mantener su inestable mayoría parlamentaria para seguir con la legislatura al menos un curso más y desarma la virulencia de una derecha que ha querido hacer del diálogo del Estado con el independentismo el canto del cisne del gobierno de izquierdas y del futuro político de su presidente. El discurso alarmista sobre la entrega a los postulados secesionistas hace aguas ya que no se evidencia ninguna concreción real ni ninguna carga simbólica que permita sostener que el Estado se disuelve o desaparece en Cataluña, como tampoco que se hagan concesiones que vayan más allá de la Constitución. La firmeza y demostración de autoridad que Sánchez hizo en relación con las dudas y contradicciones del independentismo con la ampliación del aeropuerto del Prat también lo reforzó y mucho tanto en España como en Cataluña. Definía no sólo el terreno de juego, sino que evidenciaba el coste que tenía para la sociedad catalana quedar en manos de mayorías políticas incoherentes y sin un proyecto de país.

Pere Aragonés ha llegado a la mesa muy debilitado, pero ha alcanzado el objetivo. Aún diciendo por activa y por pasiva que apoyaban el formato, aunque no creían en él, JuntsxCat ha intentado hacer fracasar esta apuesta bombardeandola por tierra, mar y aire hasta última hora. El golpe sobre la mesa del presidente catalán en relación con sus socios lo refuerza políticamente como fortalece su apuesta estratégica, aunque la sensación final sea que se ha quedado sin Gobierno. En una situación y comportamientos políticos normales, que es manifiestamente evidente que en Cataluña no se producen, la mayoría gubernamental debería haber disuelto de iure una vez lo ha hecho de facto, y se iría a elecciones. La contradicción estratégica, en el fondo y en las formas, entre los pretendidos socios parecería hacer imposible su continuidad. En nuestro caso, esto no ocurrirá y se continuará la confrontación aún más subida de tono, compartiendo al menos formalmente la misma mesa de gobierno, pero con una imposibilidad obvia para gobernar. ERC ha logrado imponer su estrategia dentro del independentismo, pero ha quedado aislada y prisionera de una Mesa que, como parece lógico, no dará frutos palpables e irá poco más allá de ser un espacio en el que se alternan monólogos que dialogan bastante poco.

La mesa de diálogo sobre Cataluña | El Norte de Castilla

Con la Mesa de Diálogo, básicamente todo el mundo gana tiempo. Se establece un interregno en el que se guardan las formas y se mantiene la espera por lo que suceda a partir del posible cambio de ciclo político del 2023. Este ámbito de diálogo no tiene ni probablemente tendrá más funcionalidad que el carácter simbólico de su existencia. Mientras se dialoga la virulencia de los conflictos se apacigua, esa es su lógica. Pero no nos engañemos, el tono y las maneras del independentismo que ha quedado fuera del marco del encuentro aumentará y puede salir reforzado ante las «claudicaciones» de los republicanos. Más que nunca asistiremos a la batalla por imponer cada uno su relato. Estamos ante un juego de emociones y no de razones. En este contexto, la radicalidad tiene siempre mucho que ganar. Paralelamente, y más allá de un independentismo que no va más allá de representar a la mitad de la ciudadanía, la división de la sociedad catalana entre los que aspiran a ser medianamente bien gobernados y los que anhelan una utopía se puede mantener inalterable, mientras que la declinación social y económica que ya hace muchos años que dura difícilmente revertirá. El peligro, es acostumbrarse a vivir en aguas estancadas. Que no se muevan, no significa que sean saludables.

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