Haciendo amigos

Se ha instalado como un hecho habitual, normal, el tratar desde el Gobierno catalán con desprecio y de manera petulante todo lo que viene del gobierno del Estado o bien de otras comunidades autónomas. Se hace incluso en momentos cruciales y cuando se ponen en riesgo la defensa de los intereses económicos y políticos de la sociedad catalana. Aunque quiere ser una muestra más de puñetería y engreimiento para consumo interno, resulta poco inteligente. La negativa a asistir a la conferencia de presidentes convocada por Pedro Sánchez quiere ser una evidencia más -como si en faltasen- de una singularidad mal entendida, consistente en afirmar un supremacismo, el no someterse a las formas generalmente establecidas que, en definitiva, acaba por resultar ofensiva para todos los demás. Pero lo es también para todos aquellos que no nos sentimos representados cuando el Gobierno catalán se muestra innecesariamente desconsiderado o poco solidario. Nos hace sentir vergüenza y deja de ser, aunque sea momentáneamente y de manera simbólica, nuestro gobierno. Pero más allá de la mala educación y un nuevo ejercicio de prepotencia que no sirve de mucho más que para cultivar una reputación de arrogancia que parece que sólo encontramos fea e inaceptable cuando la practican los otros, el gesto nos puede resultar muy costoso. Esta conferencia de presidentes no es un paripé, no es sólo ir a hacerse una fotografía, que es como lo intentan descalificar a los aplicados consejeros desde Cataluña, sino un foro donde se debatirá la asignación por comunidades de los importantes fondos Next Generation que nos llegan de Europa para hacer frente a los efectos económicos de la pandemia y para reorientar las estructuras productivas hacia el futuro. Están en juego partidas económicas muy trascendentales. Estar en la discusión no sólo significa asegurarse una participación justa en el reparto, sino hacerlo de acuerdo y con consenso con las otras comunidades autónomas. Un hecho este muy importante y que una parte de la política catalana desprecia porque quiere hacer evidente constantemente que no reconoce una legitimidad similar a otros como la que queremos para nosotros mismos. Que, además, se plantee en esta reunión, como se ha anunciado, el inicio del debate sobre el nuevo modelo de financiación futuro para las comunidades nos debería importar, y mucho. Parecería lógico pensar que se pueden tener intereses y estrategias compartidas con otros territorios y que esto se debería trabajar. Lo que queremos para nosotros no debería desagradar que también lo obtuvieran los demás. Hay concomitancias con otras regiones periféricas de la península y resulta más que obvio que compartimos necesidades con todo el arco mediterráneo. Dejar en la Comunidad Valenciana o Murcia solas en este cometido es un lujo que no deberíamos permitirnos. Es un gran error. La fortaleza de un país, de un territorio, de un gobierno, no se manifiesta por su capacidad para mostrarse desafiante, altivo y desagradable con los demás, sino por su astucia en tejer complicidades, por la práctica de la empatía, por conseguir y poder contar con socios y amigos.

Sigue en directo las comparecencias de los líderes autonómicos tras la  Conferencia de Presidentes

La estrategia del gobierno catalán, y muy especialmente de la facción de ERC que es la que ostenta la presidencia, es fiarlo todo a la necesidad de Pedro Sánchez de sus votos en el Congreso de Diputados de cara a poder aprobar presupuestos y mantener una cierta mayoría parlamentaria, que no es lo mismo que estabilidad política. Se cree desde la Cataluña gobernante, que una vez alcanzados los indultos y haber establecido compromisos para reanudar la Mesa de Diálogo, sólo se puede visualizar una relación de formas bilaterales con el Estado, como si se estuviera ante instituciones depositarias de soberanías confrontadas en pie de igualdad, de tú a tú, y para escenificar aquello tan primitivo y torpe que consiste en tener cogido el contrincante por un lugar que duele. Es dar por hecho que el gobierno central ya defenderá los intereses catalanes ante las otras comunidades, porque no tienen más remedio que hacerlo. Se mire como se mire es una mala estrategia. No es lo mismo estar en los lugares que no estar allí. La información que se obtiene y la capacidad de incidir y convencer no es exactamente la misma. Pero, sobre todo, se falta al respeto a los demás, los cuales tienen el derecho a sentirse tan legítimos como cualquier otro. Como los niños pequeños cuando exhiben rabietas, parecemos empeñados en demostrar constantemente que somos un país de gente desagradable, arrogante y prepotente. Justamente cuando se tiene una cierta posición de fuerza es el momento de fomentar las buenas relaciones y establecer vínculos duraderos porque, cuando cambie la correlación o los vientos, las consideraciones y acuerdos se mantengan. Actuar de manera presuntuosa, altiva o insolente no suele casi nunca a salir a cuenta, además de resultar tan poco ético como escasamente estético. ¡Ay el día en que no te necesiten!

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