A los youtubers les gusta Andorra

Últimamente ha habido un cierto debate raíz de la «fuga» a Andorra del Rubius y algunos otros nuevos ricos hechos a la sombra de los negocios de internet, los cuales han tirado del argumentario individualista y egoísta más rancio de cara a justificar de manera insolente el no pagar impuestos, con el contrapunto muy digno de Ibai Llanos. Que los ídolos adolescentes hagan bandera de escaquearse de contribuir dice muy poco de ellos, pero resulta muy preocupante por la cultura que abonan.

De hecho, el debate sobre la cuestión fiscal y tributaria se produzca de manera siempre parcial, sesgada, mal planteada y confusa. Sin duda una manera interesada de hacerlo, para evitar que la ciudadanía pueda hacerse una composición de su trascendencia. También llama la atención la poca importancia que se da al tema en el debate político. No ocupa como debería la centralidad, e incluso las izquierdas de vocación transformadora, rehúyen hablar explícitamente del tema más allá de los lugares comunes habituales de perseguir el fraude fiscal como mecanismo de aumento de la recaudación. No entran, ya sea por miedo o por desconocimiento, a plantear el debate tributario en parámetros algo más allá del sí «subir o bajar» impuestos de manera genérica, que es la primera gran fórmula para generar desconcierto sobre el tema. No se entra en las diferencias de naturaleza entre los diversos tipos de impuestos y sus efectos correctores de la desigualdad o precisamente estimuladores de ella. Se considera la cuestión tributaria como una materia «técnica» que incumbe a «expertos» fiscalistas, como si detrás de cualquier normativa no hubiera un ineludible sesgo ideológico y político.

Con tantos años de propagandismo liberal, de individualismo extremo, gran parte de la ciudadanía ha interiorizado el concepto de la fiscalidad ligado a el de la «confiscación» que tanto vilipendian los ultraliberales. No se entiende la contribución tributaria como una acción necesaria y que revierte en el bienestar común y al sostenimiento de mismo concepto de sociedad, sino como una apropiación que el Estado malgasta. La misma contabilidad empresarial, no sitúa la tributación en el ámbito de los costes, sino como algo que recorta a posteriori el epígrafe de los beneficios. Nada es neutro. Los gobernantes y los que pretenden serlo, tratan a menudo la falta de rigor en la aplicación de las normativas fiscales, el porqué unos pagan religiosamente y otros no, como un descontrol inevitable debido a la complejidad del tema. Sorprende como el que para las rentas del trabajo resulta inexorable, para las rentas de capital se plantee como una cuestión de mentalización y de responsabilidad. Nadie explica, ni se explica por qué en algunos ámbitos de tributación de los tipos nominales y los tipos medios de liquidación real divergen tanto. La normativa fiscal es claramente ideológica en favor de una sociedad poco equitativa, pero además las legislaciones son tramposas y tienen múltiples vías de elusión y de fraude fiscal. Son multitud los legisladores fiscales que se contratan luego como expertos fiscalistas que las corporaciones pagan generosamente para que los ayuden en su planificación fiscal agresiva. Es el rentable mundo de las puertas giratorias.

fraude fiscal – @FerranMartín

En la misma línea de las maniobras de confusión con relación a la cuestión fiscal, está el de los paraísos fiscales. Se plantea su existencia como un imponderable inevitable debido a que algunos pequeños estados poco solidarios se dedican a esta actividad y sobre los que no se puede actuar. No se explica, que los paraísos fiscales justamente nacieron y se han desarrollado como el reverso necesario del propio sistema económico, de cómo los refugios fiscales son instrumentos absolutamente interrelacionados con la gran banca y los grandes centros financieros como la City de Londres, o como Wall Street. El mundo offshore no es el ultramundo de la delincuencia internacional, son instrumentos establecidos, especializados e interrelacionados con toda la economía y las finanzas internacionales. Los paraísos, como el fraude fiscal, no son una excrecencia, un accidente o una anomalía, forman una parte sustancial de los movimientos económicos internacionales, así como el principal mecanismo de la gran acumulación de capital en unas cada vez más pocas manos. Los Estados subsisten concentrado su presión tributaria hacia unos trabajadores cada vez menos numerosos y con peores niveles salariales. A nadie parece interesarle la falta de equidad fiscal, o al menos de plantear la cuestión en sus justos términos. Habría que devolver, o contextualizar, el debate tributario en el ámbito de la política y sobre todo situarlo en su consideración ideológica central sobre el tipo de sociedad que queremos y a la que aspiramos. Sería bueno recordar que, aunque pueda parecer reduccionista, democracia es pagar impuestos; es el precio de la civilización.

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