Vivimos en un mundo ilusorio en el que la ficción del crecimiento económico ayuda a mantener unas apariencias de progreso que, en realidad, no existe. El Primer Mundo se encuentra en abierta descomposición tanto en el terreno económico como en su dimensión política. El capitalismo liberal hizo unas promesas de crecimiento rápido, de ampliación y consolidación de clases medias, de funcionamiento del ascensor social, de goteo de riqueza en todo el mundo gracias a la globalización, ninguna de las cuales ha funcionado. El sector financiero ha encarcelado la economía y genera burbujas por donde pasa, se pierde el trabajo digno, se va hacia una precariedad generalizada ya sea por la deslocalización de la producción o bien por la robotización. Se han perdido todo tipo de seguridades, el futuro es demasiado incierto, mientras el sistema democrático se va vaciando de contenidos y del que ya sólo queda el aspecto electoral. La noción de ciudadanía se está viendo desplazada hacia la de un consumidor frustrado que cada vez más se escucha todo tipo de demagogos. Cada vez el Primer Mundo se parece más al Tercer Mundo, o al menos contiene buenas dosis de él en su interior, en los barrios degradados y sus ciudades. La desigualdad es hoy el gran disolvente de las sociedades y del mundo y el Estado del bienestar ha ido siendo laminando hasta hacer imposible la protección colectiva. La UE, afirma el autor de manera muy elocuente, gasta más dinero por cada vaca que por cada joven parado o excluido.
David Lizoain es un economista catalano-canadiense que construye un relato muy claro sobre las contradicciones de un capitalismo que parece llevarnos inexorablemente al desastre, ya sea por la concentración pornográfica de la riqueza o también por la crisis ambiental y climática hacia la que nos lleva. En El fin del Primer Mundo (Catarata, 2017), hace el autor un crudo análisis sobre los efectos de las décadas de neoliberalismo y desregulación económica, que poco tienen que ver con el éxito que sus valedores proclaman, incidiendo en aquellas cuestiones más brutales : pérdida de trabajo y de renta, concentración, barra libre financiera o fiscalidad progresiva pero entendida de manera inversa. Describe también el auge de la derecha radical y de la demagogia política, la que está vaciando el sistema democrático de su sentido profundo, manteniéndose tan sólo sus formas. Las clases medias asustadas y en regresión, son siempre una inmensa fuente de problemas. Cuando la economía y la política no protegen suficientemente a todos los individuos, nos volvemos todos más pobres y menos libres. Un libro magnífico.