Títulos y más títulos

Se ha puesto de moda escarbar entre los currículos de los políticos en busca de florituras que exageran o falsean la realidad. El tema da y dará mucho de sí, ya que la tentación a ser creativo con los propios méritos está muy generalizada. Resulta bastante patético ver este días como algunos pretendientes a convertirse en «padres de la patria» acortan a marchas forzadas sus CV hinchados y el que figuraban como másters o doctorados, se convierten en cursos de un día. Ahora incluso se ha programado un plenario del Senado para evaluar la calidad de la tesis doctoral de Pedro Sánchez, mientras en un país que buena parte de la gente desconoce su mejor literatura, ahora resulta que todo el mundo se ha leído una tesis doctoral de economía y los bares están llenos de expertos evaluadores sobre la suficiencia investigadora universitaria.
Los efectos colaterales de esta batalla de desgaste político de los adversarios que acaba con el tradicional «y vosotros más», son bastante importantes. Se pone en juego y en cuestión la credibilidad del propio sistema universitario, reforzando la idea de que esta institución es poco más que una expendeduría de títulos con más ínfulas recaudadoras que no instituciones exigentes al servicio del saber. El problema en estos casos, es que la generalización hace pagar a justos por pecadores. El mundo universitario resulta un universo muy diverso ya menudo contradictorio. Hay universidades y universidades. Además, el rigor y la exigencia pueden convivir en una misma institución con la dejadez y el predominio de redes clientel·lars. Cualquiera que conozca un poco este mundo por dentro, sabe que hay buenas tesis, de regulares, malas y auténticos «apaños» para hacer favores. Al igual que se ofrecen másters de mucha calidad hasta tomas de pelo que dan un titulet a cambio de dinero. Y a pesar de filtros, mecanismos de control, indicadores de calidad y rankings diversos, la apuesta que todos dicen haber hecho por «la excelencia», no es más que un muy gastado y ya insoportable recurso de marketing.

Resultat d'imatges de títulos universitariosJustamente estos días se ha desenmascarado el tinglado que tenía montado el investigador médico sobre el cáncer, Josep Baselga, el cual convertía unos muy bien pagados informes de las farmacéuticas sobre la bondad de nuevos medicamentos, con artículos académicos en los que no ponía de manifiesto su conflicto de intereses. Publicó así cientos artículos en pomposas revistas indexadas las que, al menos teóricamente, tienen un complejo y gravoso sistema de evaluación de las propuestas. Y esto durante años a un ritmo de más de un artículo científico semanal, y como casi siempre ocurre en el ámbito médico, firmados por grupos ingentes de personas. En el mundo de la meritocracia académica hay quien tiene auténticas «granjas» de producción de artículos cuya finalidad, lógicamente, no se contribuir al conocimiento, sino justamente a engordar los currículos. Cumplen estrictamente los indicadores y las normativas, pero no dejan de ser una estafa.
Y es que las universidades, al igual que los políticos, tienen las mismas pulsiones, defectos y debilidades que adornan a las sociedades ya sus individuos. Todo el mundo quiere títulos, a ser muchos, para tener acreditaciones y un sistema de señales que le permita una elevada empleabilidad, pero no se tiene ningún interés por el conocimiento de que, al menos teóricamente, estos distintivos deberán acreditar, y menos ninguna intención de hacer el esfuerzo y el trabajo que debería conllevar la obtenerlos. En general y todo hay haber de más y de menos, las universidades han relajado los últimos años sus exigencias formativas, porque es difícil mantenerlas frente la presión de una sociedad y unos estudiantes que, además de no profesar casi ningún respeto por el conocimiento, se creen con el derecho de acceder a titulaciones para las que no tienen ningún interés o vocación por su significación profunda, y encuentran que es innecesario dedicar el tiempo y el trabajo imprescindible. El título entendido como un pasaporte que puede facilitar el ascenso social y no como una garantía de haber llevado a cabo un riguroso proceso de formación. Instalados en la pura apariencia, no hacemos sino irnos tirando piedras sobre el propio tejado.
Josep Burgaya
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