Cataluña y la educación

Seguramente estaríamos de acuerdo en que uno de los aspectos que mide mejor el grado de madurez de una sociedad es la importancia que le da a su sistema educativo. El que un país hace por su formación se suele ver en los resultados que obtiene de nivel educativo en los tests que como los estudios PISA se hacen regularmente. Un buen sistema educativo en todos sus niveles se refleja hoy, pero sobre todo es una apuesta de futuro. Priorizar la educación suele ser un síntoma claro de buen gobierno y las sociedades más avanzadas suelen tener sistemas de formación que son el resultado de un amplio y profundo consenso social y no suelen depender demasiado de los ciclos electorales. Son carreras de fondo compartidas en buena parte por las grandes opciones políticas, con modelos y sistemas de larga duración y se le destinan los recursos económicos necesarios. Los resultados educativos, no sólo dependen del dinero invertido, pero también tienen que ver con ello. Los países más avanzados social y económicamente -Dinamarca, Suecia, Finlandia- destinan entre un 6 y un 9% de su Producto Interior Bruto en gasto educativo. De hecho, bien mirado saben que más que gasto es una gran inversión. Priorizar la educación pública significa fomentar sociedades no sólo más cultas, sino también más inclusivas, cohesionadas y con mayor bienestar. Si se quiere medir por resultados económicos, invertir en educación genera economías más competitivas y entornos más innovadores. Que los gobiernos destinen recursos significativos en la formación hay quien lo puede encontrar muy costoso, pero como dijo un antiguo decano de Harvard, «si la educación la encuentra cara, pruebe con la ignorancia». Nuestro referente inmediato en esfuerzo educativo, tal vez no son los países nórdicos, pero sí que deberían ser los países de la OCDE que destinan un 5,6% del PIB, o la media de la Unión Europea, que es del 5, 25%.

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Según un estudio que acaba de publicar la Fundación Bofill, Cataluña hace un gasto educativo del 2,8% de su PIB. Sí, exactamente lo que parece. La mitad de la media de la UE y menos de una tercera parte de lo que destina un país con el que a menudo nos comparamos, como es Dinamarca. Incluso estamos muy por debajo de la media de España, que es del 4,5%. El retraso de Cataluña es histórico, pero en los últimos años con la crisis o su excusa, los recortes han sido brutales. Entre el 2009 y el 2013 se han reducido en torno al 20% presupuestario las partidas de Educación Especial, de Universidades, de Secundaria y Formación Profesional o de Infantil y Primaria. Las Becas y Ayudas al Transporte han disminuido un 25%. Los Comedores y Extraescolares se han recortado un 30% y la Formación del Profesorado más del 40%. Todo ello culmina con el borrado completo de la partida destinada a Investigación Educativa, tema no menor, ya que de ella depende en buena parte la dinámica innovadora de cualquier sistema educativo. Las cifras son deprimentes y demoledoras y nos muestra hasta qué punto las pomposas afirmaciones de «lo primero es la educación» que estamos acostumbrados a oír de nuestros políticos tienen poco que ver con lo que en realidad hacen. La «desconexión» de la realidad de nuestros gobernantes resulta ya inconmensurable. Había un eslogan para hacernos subir la autoestima que decía «la fuerza de Cataluña es su gente». Cuánta razón. Si los resultados educativos en el país son mucho mejores que los esfuerzos presupuestarios, tiene que ver con el sentido de la responsabilidad de los enseñantes y de toda la comunidad educativa. El voluntarismo, sin embargo, llega hasta donde llega.

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