Desde Adam Smith, se impuso una noción de la economía centrada en el interés propio, excluyendo cualquier otra motivación. Es el archiconocido concepto del homo economicus, según el cual los individuos establecemos nuestras elecciones y preferencias a partir de un cálculo frío y racional donde lo que contabilizamos es únicamente la relación entre coste y beneficio para nosotros. La propia satisfacción y el egoísmo serían las pulsiones básicas y casi únicas en el momento de tomar decisiones. A partir de la agregación de actos individuales absolutamente racionales, las decisiones y elecciones colectivas que confluirían en el Mercado, serían siempre racionales de cara a satisfacer necesidades, convirtiéndose esta institución mercantil donde coinciden oferta y demanda poseedora de verdad absoluta, más allá de cualquier otra tipo de análisis o de valoración. En realidad, sin embargo, las cosas no son exactamente así, y sobre la racionalidad del mercado y sobre la posibilidad de confluir en ella formas de competencia perfecta, hay innumerables ejemplos donde se puede ver que ni el comportamiento individual, y menos del agregado, responden a parámetros de racionalidad o bien sólo de egoísmo individual. Sobre eso trata este libro de título tan elocuente. De que en realidad el homo economicus no existe y que gran parte de lo que hacemos en nuestras vidas tiene más que ver con el amor o la solidaridad que en el beneficio individual.
Katrine Marçal es una periodista sueca, que es jefa de opinión del principal diario de este país, Aftonbladet, donde escribe sobre política, sobre economía y sobre feminismo. Estamos ante un libro que se mueve en el ámbito de la economía feminista, pero es eso y mucho más. Trata de una forma contemporánea de contemplar la economía que responde poco a la realidad. Gran parte del trabajo realizado no se contabiliza, como es el caso de unas tareas domésticas aún hechas de manera predominante por las mujeres, pero tampoco el cuidado de nuestros hijos o de nuestros padres. No se cuenta todo lo que hacemos por los demás o para nosotros mismos que no tiene una concreción monetari;, no puntúa la solidaridad, la compasión o la ayuda mutua. De hecho, cerca del 40% del esfuerzo queda fuera del PIB, el cual es un indicador de que no sirve para explicar ni satisfacción, ni riqueza no monetaria, ni mide la aportación del conjunto de los individuos a la sociedad en el total de su actividad. En ¿Quién le Hacia la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía (Debate, 2016), la autora analiza y evalúa como la economía contemporánea nos cuenta una historia de cómo funciona el mundo, que nos la hemos creído, pero que se asemeja poco a la realidad. Como lo era en tiempos en el que Smith escribió La riqueza de las naciones, donde sólo concebía actividades movidas por el propio interés, pero en cambio cada día su madre le hacía la cena, no porque le conviniera, sino porque le amaba. Smith ni captó ni entendió, que los móviles que nos inducen a actuar pueden tener impulsos muy diferentes, y no siempre interesados. Estamos ante un libro sugerente, lleno de reflexiones innovadoras e imaginativas en pro de una concepción de la economía menos pretenciosa y arrogante como la que ha dominado en los tiempos contemporáneos.