Cambio a dos vueltas

Como casi siempre, nadie se ve perdedor en las elecciones generales de este domingo, aferrándose todos a los factores positivos de los resultados, haciendo en algunos casos interpretaciones al menos un poco forzadas y extrañas. Con todo, hay que decir que lo que se dibuja tras el 20-D es especialmente enrevesado y quizás como nunca, la suerte y la desgracia han ido bastante repartidas. Parecería que los electores hayan querido castigar un poco a todos, a la vez que dejan posibilidades de juego a casi todos los contendientes. La victoria del PP es notoriamente amarga, perdiendo más de sesenta diputados, pero es victoria aunque sus posibilidades de construir una mayoría de gobierno estable y duradero son más bien escasas. El PSOE ha hecho un mal resultado, pero como no ha sido tan malo como se preveía en los últimos días, ha sido una dulce derrota ya que con el segundo puesto ha salvado los muebles y Pedro Sánchez su cabeza, al menos a corto plazo, de las ínfulas predatorias de la presidenta andaluza Susana Díaz. Ciudadanos y Albert Rivera han tenido un éxito -de 0 a 40 escaños- que no deja de ser un fracaso, dado que sus pretensiones y las expectativas creadas iban bastante más allá de ocupar el cuarto lugar entre los grupos parlamentarios, además de no servir para proporcionar ningún mayoría de gobierno. Probablemente es Podemos quién puede mostrar con más razón una valoración positiva, pero tampoco a última hora ha terminado de rematar la sentencia al bipartidismo, lo que habría alcanzado de haber conseguido el segundo lugar, aunque fuera en votos, desplazando al PSOE al limbo del panorama político español. No haber incorporado el partido de Alberto Garzón, ha acabado siendo determinante para que el resultado a pesar de serles espléndido, les resulte agridulce.

El punto y final del bipartidismo en España se ha iniciado de manera clara, pero no se ha terminado de consumar y todo parece indicar que esto se puede producir en una especie de segunda vuelta de las elecciones del domingo, a las que tendremos que ir más pronto que tarde. El PP no tiene con quien contraer matrimonio estable, y los tiempos que corren parecen no ser muy adecuados para gobiernos en precario. Ciertamente las presiones en el PSOE para que se preste a la «Gran Coalición» con los populares serán inmensas, ya sea del propio PP, la Unión Europea, los Mercados, el Ibex-35, Ángela Merkel o el sursum corda. No es esperable, sin embargo, que los socialistas se presten a un suicidio político de estas características, ya que significaría su abandono -quién sabe si definitivo- a aspirar a ser una alternativa de futuro a las políticas de empobrecimiento y de recortes del partido conservador. Que se haya configurado una clara alternativa a su izquierda como se Podemos, de quien se espera una oposición muy activa, no abona que el PSOE dé un paso de «responsabilidad» que más que arriesgado, les sería letal. Tampoco conviene a ningún partido configurar una mayoría alternativa de izquierdas, que sería débil y combatida de manera feroz como «el pacto de perdedores». Se impone esperar. Las izquierdas deben asumir que su momento será en la segunda vuelta de unas elecciones generales que no creo que puedan tardar más de un año en producirse, en un contexto de previsible malestar por unas promesas de recuperación económica que difícilmente habrán llegado en forma de empleo, seguridades contractuales y aumento de salarios. Como escribía Bertolt Brecht ya hace muchos años, la crisis se da cuando «el que se viejo no acaba de morir y lo que es nuevo no acaba de imponerse».

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