Que una empresa decida instalarse en un parque industrial resulta una buena noticia, pero no deja de ser lo normal, es lo que tienen los polígonos industriales.Que la parcela a ocupar y construir sea especialmente grande, está bien, pero nada indica que esto vaya a tener unos efectos sustanciales sobre la economía del país. Cuando la empresa en cuestión lo que piensa hacer es construir un centro logístico de distribución, ya sabemos que esto significa mucho techo construido, relativamente poco empleo, bajos salarios y nula aportación a la economía productiva. Cuando un hecho, aparentemente menor, sale a anunciarlo el Presidente de la Generalidad estando en campaña electoral, como si fuera una algo fundamental y la prueba de que Dios está de su lado, por lo menos merece analizarlo con detenimiento. La posibilidad -y de momento sólo es esto- que el gigante de la venta por internet Amazon, una de las firmas más icónicas de la revolución digital de Silicon Valley, se establezca cerca de Barcelona, se está poniendo como la evidencia del dinamismo económico del país y que, además, lo del soberanismo no asusta a las grandes corporaciones mundiales a la hora de buscar ubicación. Las grandes cifras que se nos proporcionan, hablan de ocupar una parcela de 150.000 metros cuadrados, de una construcción de techo de más de 200.000 metros y la creación de 3.000 puestos de trabajo. Interesante, pero no lo suficiente para justificar la salida a la palestra del máximo mandatario del país y, como casi siempre, es tanto o más importante lo que se calla que no lo que se dice.
Un centro de distribución, por más que sea de una firma reputada, no significa incorporar y menos aún participar en el conocimiento y la tecnología de la corporación, en su corazón del negocio, sino de hacer un simple papel marginal en el que buena parte del empleo es de escasa cualificación, de bajos salarios y de precariedad. Que es por eso que se plantean ubicarse aquí y no por otra cosa. Tampoco se nos explica que el terreno se les adjudicará a un «precio político» y que la decisión final sobre radicarse en Cataluña se tomará dentro de unos meses, lo que significa que mientras tanto, lo condicionarán todo a que un gobierno que ya se ha puesto de rodillas les haga todo tipo de concesiones excepcionales en temas de urbanización, de comunicaciones, normativas laborales, impuestos …. Lo mismo que Eurovegas o Barcelona World, iniciativas tan grandilocuentes que después de concesiones humillantes, se demostraron inadecuadas, fraudulentas y fallidas. Respecto a Amazon, hay dos considerandos que hacer, aunque no creo que preocupen mucho a nuestros dirigentes. Esta es una corporación que se distingue por no pagar ningún tipo de impuestos allí donde opera (0,2 por mil de su facturación en Gran Bretaña), y lo condiciona todo a bonificaciones fiscales «voluntarias» allí donde se instalan y a especular con los precios de transferencia teniendo su radicación principal en paraísos fiscales. A la hora de valorar el impacto económico de su implantación, se debería considerar que por su naturaleza, hace una función sustitutiva de otras formas de distribución. Más claro aún, por cada puesto de trabajo que crea, acostumbra a destruir un mínimo de dos en su entorno y provocan, por ejemplo, el cierre de numerosos comercios y especialmente de librerías. Que su radicación genere riqueza, es como mínimo discutible, como lo es que nuestros dirigentes dispongan realmente de un proyecto de desarrollo económico digno de este nombre para nuestro país. A los catalanes, quizá antes nos podía la estética como afirmaba Ortega y Gasset; últimamente, sin embargo, nos hemos vuelto más propensos a la ficción.