¿Quién se lo traga?

El actual gobierno de la Generalitat y muy especialmente su presidente Artur Mas han demostrado una notable habilidad en el recurso a lo místico y poético de la política, pero más bien poca destreza en convertir ideas genéricas en proyectos viables y materializables, es decir, en lo que sería la prosa política. La queja sistemática por la falta de recursos y la apelación a un futuro soberano del que se sigue sin explicar cómo llegar, han sustituido la gestión de los asuntos colectivos en los últimos años en Cataluña, así como una notoria falta de capacidad de acción y ausencia de políticas que pudieran confortar a una ciudadanía que, algunos más que otros, lo está pasando mal de manera muy notoria. La imaginación no ha dado para más que para recortar los servicios públicos básicos y para dar carnaza al sector privado que trata de convertir en negocio algunos aspectos de los pilares del estado del bienestar. Aunque nos pasamos el día oyendo que se necesitan crear estructuras de Estado, tampoco pasa día en que algunas ya existentes no se troceen y privaticen. Léase, por ejemplo, el sector sanitario.

Que la euforia política y ciudadana que los últimos años ha habido en torno al soberanismo ha sufrido un cierto declinar en los últimos tiempos parece bastante evidente. Creo percibir que lo que ha mermado no es la convicción de una gran parte de la ciudadanía que quiere decidir sobre diez futuro y que justamente aspira a otra futuro, sino la confianza en unos liderazgos políticos que al entorno de las ilusiones colectivas han acabado para escenificar un sainete de intereses particulares y de cortedad de miras bastante decepcionante. La evidencia de que las ínfulas patrióticas de algunos son sólo un recurso para no quedar descabalgados y para mal disimular el haber utilizado el país -y pretender de continuar haciéndolo-, como si fuera una auténtica finca privada. Todo lo que rodea a los últimos episodios económicos de la extensa familia pujolista es indicativo de cómo en Cataluña hemos estado en babia, como hemos adorado falsas divinidades que tenían intereses exclusivamente pecuniarios. Como en la mala magia, la ciudadanía ha visto el truco y ha entendido que el radicalismo patriótico, para algunos, es poco más que un instrumento para el engaño y para ganar tiempo. ¡Ya escampará!.

Para muchos ciudadanos, los malestares políticos y económicos de los últimos tiempos están asociados. Que el pacto de la transición está periclitado y que el encaje o no de Cataluña y España se realizará sobre nuevas bases, parece mayoritariamente aceptado. Existe una ciudadanía que no cree que haya un «eje nacional» que desplace y entierre «el eje social», al contrario, que entiende que la Cataluña futura sobre la configuración de la cual se quiere pronunciar, debe ser más justa «o no será». En unos tiempos de desigualdad social llevada hasta el paroxismo, de una precariedad económica y laboral casi generalizada, de unas clases medias fulminadas, en tiempos en que sólo tributan y sostienen los restos del estado del bienestar las rentas del trabajo; no parece que ningún gobierno pueda disponer de credibilidad y sostenerse sin actuar en el día a día, sin gobernar, apelando a teóricas estructuras de Estado futuras. Se pretende reanimar la parroquia afirmando que los próximos meses si se gobernará, que se pretende erigir las nuevas estructuras de la Cataluña futura, en una especie de salto adelante, de aparentes hechos consumados, que no es sino fanfarria, un salto al vacío.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s