Se necesitan elecciones, porque se necesita gobierno

Cataluña hace tiempo que está sin Gobierno, demasiado. No es sólo que la interinidad post-Torra ya dura desde el mes de septiembre, que es un lapso muy grande y aún más en la situación excepcional que vivimos, sino que, de hecho, los temas que realmente afectan al bienestar de los ciudadanos, así como su futuro hace años que no se encuentran entre las prioridades de nuestros gobernantes. Cataluña se encuentra fracturada y dividida políticamente, socialmente sin expectativas y habiendo perdido dinamismo y mucho peso en el terreno económico. La declinación es larga y nadie del mainstream dominante parece dispuesto a hacer nada para invertir la tendencia. Hay un relato falsario que se sigue manteniendo, mientras el país se desangra entre tanta dejadez práctica. Hace años que no hay, en términos reales, un proyecto de país más allá de planteamientos idílicos y probablemente irreales. No hay políticas de desarrollo económico, no se invierte en reindustrialización y los esfuerzos en innovación son muy escasos. Hemos perdido competitividad económica, lo fiamos todo a un sector turístico regresivo y Barcelona ha dejado de ser la ciudad referente del Mediterráneo. El mundo ya no nos mira. Carentes de inversión y con intentos privatizadores los servicios públicos están lejos de ser modélicos y de estar a la altura de un Estado de bienestar avanzado, mientras la desigualdad social progresa y las personas en zona de exclusión son cada vez más numerosas. La pandemia ha terminado por evidenciar nuestras vergüenzas. El problema no es tanto que no se haya gestionado de manera muy digna la emergencia sanitaria -en todas partes se han cometido errores-, sino que se haya optado primero por politizar de manera burda culpando de las impericias propias al Estado, para pasar después a un periodo, que llega hasta hoy, donde la prioridad es echarse pestes entre los socios de gobierno los cuales a las puertas de unas elecciones se muestran incapaces de tomar las medidas que la gravedad situación pide. Mucha sobreactuación, innumerables y larguísimas ruedas de prensa sin sentido, no transmitiendo mensajes claros a la ciudadanía. Posicionamientos y manifestaciones siempre en clave de dejar en evidencia a unos contrincantes que, cosas paradójicas, son sus socios de gobierno y sus compañeros de quimera.

El desgobierno de Cataluña – Crónica Popular

Se impone un cambio de ciclo, de cultura y de actitud. Probablemente, también, de gente. Se necesitan elecciones y, gane quien gane, el gobierno que salga de la correlación parlamentaria tome las riendas, cierre el largo periodo de dejadez y termine con este vacío de poder que resulta del todo insostenible. Probablemente, no sólo sería bueno sino necesario poder construir una mayoría la preocupación de la cual sean las políticas económicas y sociales, el bienestar de la mayoría, y se emprenda un camino de dinamización y se explicite una auténtica hoja de ruta hacia el futuro. Romper la dinámica de los bloques, pese a lo que se diga en campaña electoral, es aparentemente el mejor camino para intentar recuperar una convivencia y cohesión hace tiempo perdida. Restablecer aquel viejo eslogan de «Cataluña, un solo pueblo» que ahora nos suena muy lejano, casi una entelequia. Las elecciones, pues, son la puerta de entrada de una nueva época política y social en Cataluña, no hay otra. Retrasarlas significa alargar la agonía. Deberían simbolizar no tanto un cambio de siglas, como de actitudes y predisposiciones. La pandemia no debería ni puede ser la excusa. Se podrían celebrar con todas las garantías sanitarias, como con ellas seguimos yendo cada día a trabajar o de compras. Justamente porque estamos en una situación excepcional que requiere un gobierno fuerte que no tenemos, resultaría ineludible no posponer algo que es necesario e inaplazable. Hasta hace muy poco, la mayor parte del arco parlamentario lo compartía. El golpe en la mesa que ha dado el PSC con la candidatura de Salvador Illa, la superación de la estrategia del perfil bajo que había practicado, hace que ahora algunos partidos hayan querido aplazar los comicios, ganar tiempo y ver si, mientras tanto, desgastan el candidato socialista. Una vez más el cálculo electoralista por delante de lo necesario. Tengo la sensación de que una buena parte de la ciudadanía, independentista o no, empieza a estar un poco harta de todo esto. Podría darse el caso de que, el tiempo ganado, se les pudiera hacer muy largo a algunos que creen que les juega a su favor.

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