Hacia un totalitarismo tecnológico

Que internet y las tecnologías digitales han dado un gran vuelco a nuestra economía y nuestra sociedad es algo bastante fuera de duda. Unos cambios radicales, difíciles de digerir en muchos sentidos, con efectos multiplicadores eimparables. Nada es lo que era hace un par de décadas y lomás sólido parece haberse convertido en evanescente. Y todo esto se ha producido y se dispara de manera exponencial sin que haya habido ninguna elección voluntaria y consciente, a pesar del enorme trascendencia de los cambios tecnológicos, económicos, políticos, culturales y de valores. No nos han cambiado las condiciones de vida, nos han modificado la propia noción de lo que es la vida y estamos en el camino de una mutación profunda de la propia condición humana. La libertad ha dejado de tener el sentido que tuvo antaño, y en proceso de liquidación al ejercicio del libre albedrío nos está convirtiendo en seres predecibles y programables. Evidentemente la revolución digital no es algo circunstancial, sino que ha venido para quedarse y para actuar como un acelerador histórico de imprevisibles consecuencias. Sorprende la naturalidad con que estamos aceptando estos cambios tan disruptivos, como si fueran el exponente fraudulento de los grandes ideales de progreso en que nos instalamos hace siglos, como su consecuencia lógica. En realidad, hay muchos aspectos en el mundo digital que recuerdan el oscurantismo medieval y el restablecimiento de relaciones de sumisión y dominio, casi de vasallaje. Ladevotaentrega alaque nos prestamos hacia las grandes corporaciones convertidas en iconos tecnológicos, no tiene parangón. Los cambios que incorporamos y los que seacercan son tan profundos, que afectan a lo que somos, a nuestra condición.

El mundo «sin fricciones» que nos dibujan los nuevos apóstoles de la tecnología digital no es muy atractivo y resulta más bien aterrador. La cultura de Silicon Valley está inmersa en la pretensión de meternos en una camisa de fuerza digital, en nombre de la eficiencia, la transparencia, la colaboración, la certeza y la perfección, que nos puede llevar sin duda a una distopía totalitaria. Creen estar construyendo una nueva realidad para la humanidad, lo que además de resultar irracional podría implicar la negación de nosotros mismos. La libertad humana está constituida y erigida sobre la imperfección, la ambigüedad, la contradicción, el error, la opacidad, el desorden y, si me apuran, el pecado. El crítico de internet, Evgeny Morozov, define el «solucionismo tecnológico» en nuestro mundo como una pretensión loca, al igual que lo es la tendencia a un internetcentrismo que raya el absurdo. Mejorar la condición humana y la vida de las personas resulta un planteamiento plausible; creer en estados de excelencia gracias a lo tecnológico, es un desvarío peligroso. La ignorancia nos limita y nos crea dificultades, pero la omnisciencia sin duda resultaría mucho peor, la negación de la vida a unos humanos en los que la imperfección, por definición, es condición de libertad, e incluso tal vez su atractivo.

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A diferencia de las grandes corporaciones anteriores, los monopolios tecnológicos aspiran a modelar la humanidad según su concepción del mundo. Aunque la visión que expresan los gurús de las grandes plataformas que dominan la red pueda parecer fantasiosa o extraída de una mala película de ciencia ficción, en realidad este es el objetivo que persiguen. Sus plataformas, buscadores y algoritmos son en muchos casos, bastante más que una manera brutal de hacer negocio y enriquecerse de manera rápida. El objetivo de los impulsores de referencia de Silicon Valley no es tanto encabezar la lista Forbes de grandes fortunas -cosa de la que tampoco reniegan-, sino el de disponer de un inmenso poder e ingentes recursos para poder reescribir el itinerario de la humanidad. Esto es lo que los convierte en elementos especialmente peligrosos para nuestra libertad, privacidad y humanidad. La apuesta de fondo, es avanzar con extrema rapidez en el ámbito de la Inteligencia Artificial y de la fusión entre hombre y máquina. Para Steve Jobs, Larry Page, Ray Kurzweil, Eric Schmidt, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg…, se trata de reorientar la trayectoria de la evolución humana. Esta es su intención y la sociedad parece prestarse gustosamente a convertirse en objeto de experimentación y en someterse a unos caprichos tecnológicos que se están convirtiendo en la forma moderna del totalitarismo.

Un comentario

  1. En la cultura cristiana se nos vendió el cuento del pecado original como un asunto sexual, Pero el Génesis lo dice claramente: el árbol del conocimiento, del bien y del mal. Nos estamos entrando en ese camino. Y el Génesis nos alerta de cómo acabará la historia. Como de costumbre un artículo brillante el suyo. Gracias.

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