Ya hace tiempo que todo el mundo se pone en la boca la cuestión de la sostenibilidad medioambiental como gran preocupación, pero con la misma facilidad el tema se suele chutar hacia delante, como una cuestión de futuro. Se hacen muchos y buenos documentos, como por ejemplo la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, pero justamente la toma de decisiones efectivas requeriría que la cuestión medioambiental -la del calentamiento global, pero muchas más- figurase y no lo hace en el primer plano de la agenda política de los gobiernos. Y es que en política se tiene asumido que las malas noticias no hacen ganar elecciones. Y afrontar seriamente la cuestión ecológica implica dar algunas, y muy especialmente la de que debemos transformar el modelo de producción y de consumo, lo que implicaría mudar de cultura, de hábitos y de costumbres. Cambiar un modelo económico que tiene como único objetivo la ganancia y la acumulación y que se fundamenta en un crecimiento continuado en el uso y abuso de recursos, así como en un consumo compulsivo que conlleva frustración y despilfarro a partes iguales, no se hace sin unas ciertas dosis de dolor. Es lo que conllevan los procesos de superación de adicciones. Los resultados de la reciente conferencia de Madrid sobre el clima -COOP25- fueron más bien decepcionantes y alejados de lo que se necesitaba. Ha aumentado la conciencia sobre el calentamiento global y sus efectos, pero el estado actual de la geopolítica mundial resulta poco favorable para afrontarlo adecuadamente.
Pero las cosas son como son. Entre 1950 y 2010 la población mundial se triplicó, el PIB global se multiplicó por 7, el uso de agua potable aumentó el triple, el consumo energético se cuadruplicó y el uso de fertilizantes se multiplicó por 10. hemos transgredido, al menos, cuatro límites planetarios: los del cambio climático, la conversión de tierras, la carga de nitrógeno y fósforo y la pérdida de biodiversidad. Creer en la posibilidad de un crecimiento económico ilimitado resulta una auténtica quimera, como lo es creer posible mantener los niveles impúdicos de desigualdad que existen actualmente: una de cada 9 personas no tiene suficiente para comer, una de cada 4 vive con menos de 3 dólares por día, una de cada 3 no tiene acceso a inodoro, uno de cada 11 no tiene acceso a fuentes de agua potable o bien, uno de cada seis chicos entre 12 y 15 años no va a la escuela. Y eso, con una huella ecológica que es equivalente a 1,5 planetas. Para que todo el mundo viviera como Suecia, se necesitarían 4. El actual sistema económico por sí mismo, el hecho de que todo descanse sobre la dinámica del Mercado, no sólo no nos resolverá nada de lo que tenemos planteado, sino que profundizará en esta espiral autodestructiva. La responsabilidad de las empresas es grande, como también lo es de la sociedad. Pero sin duda les corresponde a las instituciones públicas liderar y forzar el proceso de cambio ineludible. Se requieren de leyes, normas, inversiones y fiscalidades adecuadas. Ya no sirven declaraciones bienintencionadas que apelen sólo a la autorregulación.
Que el nuevo gobierno haya puesto en el núcleo de su estructura el tema medioambiental, es un buen comienzo. Dos vicepresidencias lo lleva en el apelativo y en las principales atribuciones los temas ecológicos y de sostenibilidad. La de Pablo Iglesias, contiene la Agenda 2030, y podría encarar transformaciones cruciales en el modelo económico en la línea de las Naciones Unidas así como de una Unión Europea que parece decidida a afrontar el cambio de paradigma económico y social. Hay otra vicepresidencia, la de Teresa Ribera, que justamente lleva como título ser de Transición Ecológica, la función específica de la que resulta la toma de decisiones para la transformación de un modelo económico industrial de base degenerativa -coger, hacer, usar, tirar-, hacia un planteamiento de regeneración -economía circular- que permita aterrizar en un sistema económico que se base en el desarrollo y el bienestar, que no en el crecimiento. La Naturaleza tiene que dejar de ser algo a subyugar y a dañar, como hasta ahora, para convertirse en modelo, medida y mentora de nuestro sistema socioeconómico.
Sí, todo esto está muy bien pero luego viene Trump y dice que no hay que hacer caso de los agoreros colapsistas porque USA tiene capacidad para obtener energía de forma prácticamente ilimitada. Aquí podemos esforzarnos lo que haga falta pero da igual. Mientras USA China y Rusia no se pongan de acuerdo para tomar la iniciativa, seguiremos por la senda del desastre.
Me gustaLe gusta a 1 persona