En la dinámica política internacional se recurre a menudo a argumentar posicionamientos concretos en nombre de la defensa de supuestos «intereses nacionales». Aún ace pocos días, el ex-presidente Aznar argumentaba esto para defender la participación de España en la Guerra de Irak, así como su presencia en la famosa foto de las Azores. Es evidente que no hay, por definición, algo que responda a los intereses de un territorio, y menos cuando se afirma ostentosamente pensar en los posibles intereses de los ciudadanos de este territorio. Con este eufemismo, los mandatarios políticos suelen referirse a cumplir determinados objetivos geoestratégicos y, al mismo tiempo, a satisfacer los intereses económicos de las grandes corporaciones y de las élites dominantes del país. De hecho, suele haber una notable convergencia de intereses entre los dos aspectos. La antigua frase «lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos» que pronunció el presidente de esta corporación, Charlie Wilson, en 1955, simbolizaba la confluencia de intereses políticos y empresariales, y sobre todo la concepción del Estado como impulsor y gestor de los negocios de estos últimos. En algunos aspectos concretos puede haber fricciones, contradicciones temporales, que se suelen resolver en beneficio de todos. Ya desde el colonialismo que practicaron las potencias occidentales a finales del siglo XIX, lo estratégico a nivel político-militar alineaba convenientemente con los intereses mercantiles. En la estrategia británica, por poner un ejemplo, para conseguir el control del Canal de Suez a partir de su inauguración en 1869, se hace muy difícil delimitar los intereses militares vinculados al control de la India de la hegemonía puramente mercantil en las rutas asiáticas.
Justamente, estamos en un momento de necesidad de reacomodo de la geopolítica a las dinámicas económicas de globalización extrema, así como ante la necesidad de que el lenguaje utilizado y las políticas efectivas difieran cada vez más. La victoria de Donald Trump en las elecciones americanas, requiere de ello, así como el ascenso del populismo de extrema derecha en Europa. El presidente estadounidense ha recurrido a la dialéctica nacionalista y proteccionista para imponerse. No es imaginable que ahora ponga en práctica políticas de este tipo de largo recorrido, pero algunas concesiones simbólicas o puramente formales deberá hacer para retrasar al máximo la decepción inevitable que provocará entre un electorado que, en esta cuestión, ha resultado notoriamente incauto. Estas concesiones se deberán producir también en los países europeos y en el marco de la Unión Europea. Cambiarán los lenguajes, pero no tanto las políticas. Un renovado proceso de desregulación económica las grandes corporaciones ya hace tiempo que lo dieron por supuesto. Nada cambiará en la dinámica fundamental hacia una nueva ola globalización que se impulsa hace años y que tiene en los grandes tratados comerciales, su concreción. Ahora, para salvar malestares ciudadanos, se deberá recurrir a aquello tan lampedusiano que «algo cambie para que todo siga fundamentalmente igual».
De hecho, las declaraciones aparentemente proteccionistas de Trump o de algunos políticos europeos extremadamente derechistas son puramente un recurso verbal, una retórica vacía y bastante cínica, a fin de agradar y satisfacer los oídos de sus votantes. Si algo se protegerá, son los intereses de las grandes corporaciones americanas y europeas, y no justamente los intereses de los ciudadanos más desfavorecidos. Más allá de gestos hacia la galería, Trump impulsará la liberalización extrema que hay detrás de los tratados comerciales de nueva generación, en los que se han esforzado que conozcamos poco más que las siglas. Puede cambiar alguna cláusula, diferir los «tempos» o modificar alguna cuestión menor, pero la liquidación de la soberanía política irá más rápidamente que nunca con las desvergonzadas y autoritarias mayorías políticas que se van imponiendo. En el gobierno de Trump están Exxon Mobile, Goldman Sachs, las grandes farmacéuticas… Si alguien espera decisiones en pro de los trabajadores y las clases medias americanas, que espere sentado.