La literatura de Coetzee a menudo resulta inquietante. Los cuentos que dan contenido a este libro se nos aparecen perturbadores, porque nos interpelan sobre nuestras decisiones y sobre la posible moralidad, o no, que las presiden. La narrativa de este premio Nobel sudafricano suele ser directa, despojada de todo lo que podría resultar de más. Estos cuentos, son especialmente minimalistas en su redacción, pero profundos e incisivos en las reflexiones que nos proponen. Estamos ante un magnífico ejercicio de la mejor literatura. La que no sólo no nos deja indiferentes, sino que nos golpea porque nos encara con nuestra propia realidad. Se nos cuestiona la forma en que interpretamos las consecuencias de nuestras decisiones cotidianas, pero no se nos alecciona ni se nos hace reproche. Hay una actitud compasiva en la significación de estos relatos. Cuentos breves, muy sintéticos, que son un ejercicio literario fascinante, tanto en el estilo y forma, como en su significación. Historias magnéticas, que juegan con nosotros y nos transportan hacia una reflexión tan necesaria como inevitable.

En Siete cuentos morales (Random House, 2018), John Coetzee recupera su alter ego Elizabeth Costello, una pensadora australiana que sólo existe en la ficción del novelista y que dio lugar a un libro magnífico que se editó en castellano el 2003. En estos cuentos, la intelectual dura, tajante y poco convencional nos aparece ya en plena vejez y con los estragos que más tarde o más temprano nos hacen sentir los años. Esto da lugar a lúcidas reflexiones sobre el arte imperfecto de envejecer, nuestras resistencias a hacerlo, de cómo deberíamos esforzarnos en comprender otras formas de vida y de cómo la convivencia requiere de esfuerzos y de generosidad. Un libro magnífico, que invita a ser leer los cuentos haciendo pausa entre ellos y así degustar sus introspecciones y la mejor literatura. No resulta una lectura «refrescante», de verano, sino justo al contrario una lectura que agita y conmueve.